PÁGINA 4 | MOMENTOS | SORTEM
más claridad lo que se está pidiendo del personal
en tanatorios, centros de cuidados paliativos,
embajadas, clínicas veterinarias y otro tipo de
empresas que tratan con personas en duelo
agudo.
Si imaginamos que una familia dividida quiere
invertir en una casa, en una empresa o cualquier
otro negocio o inmueble, nos sentimos más libres
para poder ofrecer nuestro producto o servicio sin
engancharnos tanto en las dinámicas familiares. Es
decir, si el importe concreto de la hipoteca debe
abonarse el primero de cada mes, las disputas
familiares en un mes dado no los eximen de su
obligación. El contrato que ofrecemos estipulará
claramente las consecuencias de un impago y
aunque en algún momento queramos hacer alguna
concesión, los derechos y obligaciones quedan
claros para las dos partes.
De alguna manera, lo mismo ocurre en el contrato
con la familia de un difunto. Ofrecemos un servicio
que viene con derechos y obligaciones. La
situación, sin embargo, es muy diferente. El
familiar está en un estado emocional en el que,
comprensiblemente, no tiene la capacidad de
comportarse de manera fría y racional. Además, lo
habitual es que haya muchas decisiones prácticas y
emocionales que la familia no haya tomado
todavía, que requieren frialdad y raciocinio para
contener las emociones de manera saludable. Por
si fuera poco, el profesional se encuentra haciendo
un trabajo para el que está técnicamente muy bien
equipado en el que sus miedos a enojar a su
cliente interfieren con su tarea.
Por esta razón, la impotencia es algo que aflora
con frecuencia para el personal que trabaja con
personas en estados emocionales intensos, como
es el caso de la pérdida de un ser querido. Las
demandas sobre el trabajador exceden los recursos
que éste posee para cumplirlas. No es de extrañar
que suceda así, si tenemos en cuenta que las
demandas emocionales son el resultado de que la
muerte sea un tabú, de que no haya estructuras
sociales para informar y acompañar a los
familiares de moribundos, de un mundo cada vez
más virtual que nos bombardea con información
insignificante sobre modas, famosos y otras
banalidades.
Mientras la muerte siga siendo tabú y como
sociedad sigamos sin hacer las maletas, el
profesional que atiende al doliente se seguirá
sintiendo impotente y abrumado. Y mientras tanto,
ninguna adquisición de herramientas psicológicas
de atención contra el duelo va a eliminar las
tensiones a las que se enfrenta. Sin embargo,
aprender a navegar por la intensidad de las
emociones, entender que no es su responsabilidad
arreglar la situación y sentir la solidez de
encontrase presente y empático con el cliente
puede facilitarle mucho el trabajo. |
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URTZI CRISTOBAL
FORMADOR Y PSICÓLOGO ESPECIALISTA
EN CUIDADOS PALIATIVOS Y DUELO