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Fundación de Roma El mito de la fundación de Roma es sin duda uno de los más conocidos del acervo mitológico de la Antigüedad. A pesar de ser en apariencia sencillo, el mito de Rómulo y Remo se construyó a lo largo de muchos siglos, a lo largo de los cuales los romanos fueron incorporando unos elementos y suprimiendo otros dependiendo de sus necesidades de cada momento. No debemos olvidar que, a través del linaje del que provenía Rómulo, los romanos se hacían descender de la casa real troyana, con lo que esto conllevaba de prestigio de cara al mundo griego. Al mismo tiempo, incluían en su ascendencia a los dioses Venus y Marte, apuntalando ya la grandeza de una estirpe que estaba llamada a conquistar el Mediterráneo. Varias generaciones después de que Iulo Ascanio, hijo de Eneas, fundara la ciudad de Alba Longa, llegaron al trono dos hermanos que debían compartir el poder: Númitor y Amulio. Amulio deseaba todo el poder para sí mismo, y tras apartar a su hermano del trono por la fuerza obligó a la única hija de éste, Rea Silvia, a que se convirtiera en vestal, un tipo de sacerdotisa caracterizada por el compromiso de permanecer vírgenes durante toda su vida. De este modo, Amulio se aseguraba que la estirpe de su hermano moría con Rea Silvia, y ningún descendiente podría reclamar el trono que deseaba para él. Sin embargo, el dios Marte se quedó prendado de la belleza de Rea Silvia, y violó a la joven, dejándola encinta de dos gemelos: Rómulo y Remo. Cuando nacieron los niños, Amulio, furioso, ordenó que los dos nietos de su hermano fueran expuestos en una cesta en el río Tíber para 4