deseo de Constantino, se levantó sobre la antigua ciudad de Bizancio. De este
modo, se aprovecharía su inmejorable puerto natural, al tiempo que las feraces
llanuras de los alrededores aseguraban un aporte de grano para una población
creciente.
Constantino decidió seguir el modelo de Roma, y dividió la nueva ciudad en catorce
regiones, que acogerían todo tipo de templos, viviendas, edificios públicos y
espacios de ocio. Para llevar a cabo las obras se desplazaron a Bizancio varias
decenas de miles de esclavos, muchos de ellos godos y otros bárbaros del norte.
La ciudad creció y se fue embelleciendo a lo largo de los diez años que duraron las
obras. Para dotarla de monumentos, Constantino ordenó saquear numerosas
ciudades orientales como Éfeso, Alejandría e incluso la misma Atenas, que tuvieron
que aceptar las órdenes del emperador. Existe una gran polémica en torno a las
leyendas que dicen que Constantino ordenó destruir los antiguos templos paganos
y construir las primeras iglesias cristianas tras su conversión a esta religión. Todavía
hoy es objeto de debate hasta qué punto el emperador fue un converso o sólo
asumió el cristianismo como un mecanismo de propaganda para afianzar su poder
frente a otros aspirantes al trono.
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