menos que la ciudad de Esparta, la que con el paso de los siglos se convertiría en
la poli más poderosa de toda la Hélade debido a la potencia de su ejército de tierra.
Aunque hoy los arqueólogos e historiadores están matizando esta tradición, las
fuentes nos cuentan que el carácter belicoso y austero de los espartanos los llevó
desde los mismos orígenes de la ciudad a no desarrollar la artesanía o el comercio,
sino que se centraron en el cultivo de la tierra y el fortalecimiento de sus guerreros.
Del mismo modo, Esparta se quedó al margen de la fundación de colonias que sí
protagonizaron otras muchas ciudades en época Arcaica. Con una excepción: la
ciudad de Tarento.
Para explicar el porqué de esta fundación por parte de una poli como Esparta que
rechazaba el comercio y todas las actividades relacionadas con él, la tradición
relacionó el origen de Tarento con una curiosa historia que tuvo lugar en tiempos de
la Primera Guerra Mesenia. En este conflicto, los ciudadanos de Esparta tuvieron
que hacer frente a la rebelión de los mesenios, una población que vivía sometida a
ellos, y hasta que consiguieron controlar la revuelta pasaron varios meses durante
los cuales estuvieron ausentes de sus casas. Cuando regresaron, muchas de sus
mujeres estaban embarazadas, y sobre ellas cayó la sospecha de que habían
cometido adulterio con periocos, hombres libres de Esparta que no gozaban de
todos los derechos de ciudadanía. Cuando los niños nacieron, conservaron el
estigma de la sospecha de su origen bastardo, y fueron rechazados por la férrea y
cerrada sociedad espartana. Hasta tal punto llegó este rechazo que, una vez
adultos, trataron de levantarse contra los aristócratas espartanos, pero fracasaron
en el intento y fueron condenados al destierro. Con Falanto, un noble del que
también se sospechaba que podía ser un hijo bastardo, como líder del grupo,
partieron a buscar nuevas tierras, y las encontraron en el hoy llamado golfo de
Tarento, lugar en el que fundaron la nueva ciudad.
Con el paso del tiempo, y como era habitual en las colonias griegas, Falanto fue
considerado un héroe, y recibió culto en numerosos templos como si de una
divinidad se tratara. La devoción por el fundador de la ciudad fue tal que su figura
se confundió con la de Taras, un dios local del que se decía que era hijo de Poseidón
y cuyo nombre había dado origen al topónimo de la ciudad.
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