Yo me pregunto si, quizás, la orientación sexual tanto de Molano como de sus personajes le descuenta posibles lectores en un país donde todo lo que suena a “género” hace vibrar la vena conservadora que tanto nos caracteriza. Me pregunto si la vida misma de Molano y de los hombres que habitan sus novelas siguen siendo entendidas por muchos como la síntesis de algo punible y aberrante, algo que debe ser silenciado o reprimido en virtud de un “bien común”. Y sin embargo, en lugar de enumerar las razones responsables de la aparente invisibilidad de su literatura, son otras las preguntas que considero más pertinentes: ¿por qué debemos leer a Fernando Molano? Más aún, ¿qué esperaba él mismo de sus lectores?
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que se encaran a su deseo mutuo inmersos en la sociedad colombiana. En Un beso de dick se trata del amor de colegio: las primeras experiencias sexuales, las miradas en clase, los encuentros furtivos; en suma, el amor incipiente entre dos adolescentes. En Vista desde una acera se narra la historia de amor de Fernando y Adrián, dos jóvenes universitarios que se ven enfrentados al diagnóstico positivo al VIH de uno de ellos. Así mismo, la temática que más resalta en Todas mis cosas en tus bolsillos también es el amor: la mayoría de poemas están dirigidos a otro hombre que, en varios de ellos, cobra el nombre de Diego, el compañero sentimental del autor.
En una entrevista con su profesor David Jiménez Panesso en 1993, Fernando Molano describía sus posturas personales frente a Un beso de dick, ganadora del Premio Nacional de Novela de la Cámara de Comercio de Medellín. Abordando la temática "gay" de la novela, Jiménez Panesso le pregunta a molano si él percibe parentescos o distancias en su novela respecto a otras expresiones literarias de "este corte" en la literatura colombiana, como por ejemplo El fuego secreto de Fernando Vallejo, Te quiero mucho
poquito nada de Felix Ángel o los poemas de Rául Gómez Jattin. Molano, en su sencilla forma de expresarse, respondió: “Se tiende a pensar que un relato porque hable de un amor homosexual debe fundar un género específico de novela. Yo más bien pienso que existe una tradición de novelas que traten de amor… me parece intrascendente que sea un amor homosexual o heterosexual”. Y agrega más adelante: “Al leerlos sentí algo que no me gustó, y es que eran unas obras en que trataban una especie de ‘militancia’ con lo gay. A mi esa idea me parece estúpida. Nunca he pensado que yo deba militar en una causa a favor de los gays. Simplemente a lo que aspiro es a vivir mi vida. Más nada…” (los énfasis son míos). Pero aún más interesante resulta el final de la entrevista, cuando Jiménez Panesso le pregunta a Molano qué tipo de lectores espera para su novela. El autor concluye diciendo: “Yo aspiraría, desearía un lector que no tuviese prejuicios. Yo me imagino esta novela leída… espero… ojalá… que fuese leída dentro de tres siglos, cuando el amor entre dos personas del mismo sexo no tuviese nada de censurable, supongo que se descubrirían otros valores que aspiro haber dejado en la novela, independientes del asunto gay”.
Yo creo firmemente en que hay otros valores en la literatura de Fernando Molano. Valores que se gestan en las fronteras del deseo sexual, allí donde la palabra “gay” deja de ser aquello que más nos preocupa y abrimos paso a las preguntas fundamentales que sostienen nuestra propia vida y nos permiten, como el autor mismo reclama, vivirla a cabalidad. Si Molano se resistía a que sus historias fueran encasilladas en la categoría “gay”, esto no es debido a que la palabra le sonara incómoda, vergonzosa o estereotipada. Él mismo valoraba los usos políticos del término y se reconocía como gay en un contexto en el que nombrarse como tal era mucho más problemático que hoy en día. Al afirmar esto sobre su propia obra, su