Cae la noche
Cae la noche, él se encuentra en su cama acostado pues siente mucho frío, no sobre su piel sino en lo más profundo de su ser, las cosas ya no han sido las mismas. Busca entretenerse con películas y comida, pero eso no le basta, por lo que tarde en la noche decide arreglarse y salir. Llega a un parque, se sienta en una silla junto a un poste, a lo lejos ve una sombra caminando hacia él. Aquella sombra se convierte en una chica con hermoso cabello negro. Al rato ella se da maña para saludarlo y convencerlo que son amigos de la infancia allá en aquel tiempo y en aquella ciudad. Hablan de sus profesores, de sus amigos, de sus bromas cada veintiocho de diciembre y se ríen. Se dirigen a tomar una copa en un bar cercano, entre copa y copa, hablan de sus sueños, de sus esperanzas, de sus antiguos amores y se extrañan. En aquel bar donde se unieron miles de sentimientos y emociones él se embriaga hasta que no puede caminar por sí mismo. Ella lo ayuda y se le hace sencillo llevarlo a un callejón, mirarlo a los ojos y degollar su cuello.
Cae la noche, ella está en una silla en la sala de su casa. Mira hacia la mesa y ve devastación, dos platos que han permanecido vacíos por mucho tiempo, las cosas ya no han sido las mismas. Ya hace mucho tiempo no cena en su casa, prefiere los callejones y esa noche tiene un apetito voraz. Así que, se arrastra fuera de su casa, bañada por la luz de la luna y escuchando las estrellas busca algo de comida en un parque.
Por: Karen Morales
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Besos robados
Volteé a mirar al chico que me estaba mirando y le guiñé un ojo. Era un hombre carismático y muy atractivo. Le hice un gesto para que me siguiera.
Cuando llegamos a mi refugio, allí donde la luna no es testigo de lo que sucede, le robé un beso. Y, en ese beso, robé su pertenencia más importante. Su vida.
Unos cuantos besos más, y tendré la mía devuelta...
Por: Andrea Camacho