Comprendí con mis huesos y mi carne lo que solo había entendido en teoría: que las palabras tienen el poder de rescatarnos, de mostrarnos salidas, de elevarnos. Y en nuestro mundo de gente sin tiempo, de actividad frenética, de ocupación permanente, la poesía, con sus formas contenidas, con su brevedad rebosante de significado, es una forma de robarle minutos a las horas de debacle, una
Cuando la marea está alta, cuando se pierde la orilla, cuando se pica el mar y nos hundimos, rotos y frustrados, la poesía puede devolvernos al aire. Tal vez no nos saque del agua, pero nos permite deslizarnos con las olas hasta encontrar de nuevo la orilla perdida.
La poesía es un salvavidas.
ventaja que escapa al poder de las novelas y los cuentos, que nos piden más tiempo para descifrar su entramado, para encontrar su gloria. Los poemas, mínimos en extensión, nos agrandan el alma. Unos cuantos versos y es menos difícil salir a la superficie.
Gotas de sentido en una cascada de intrascendencia aliviaban mi alma, me daban fuerzas, consolaban mi espíritu. Me permitían flotar cuando me estaba ahogando.
Música
Por: Albeiro Montoya Guiral
Los dedos de la pianista tocan la mañana.
El sol anidó bajo su minifalda
como un gato exhausto,
como un recuerdo que vuelve
a morir en su origen.
La música son las manos que bajan por sus piernas.
La música es una prenda que cae,
una flor en el cabello de una mujer que acaba de hacer el amor
a la orilla de un río en verano.
La música,
hermana mayor de la poesía,
nos celebra.
Un hombre viejo entra en la habitación.
Sin atreverse a interrumpirla,
absorto, apenas la escucha.
“Acabo de oír tocar el piano a Aurelio Arturo”.
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