Lo mismo se puede decir sobre la naturaleza de Dios, pues no es
lógico considerarle como un ser individual, sino más bien la suma
de todos los seres que pueblan el universo y las leyes que de ellos
emanan. Porque cada vez que dejamos de vivir la vida de forma
pasiva y nos ponemos a diseñar el mundo que nos rodea para
cambiarlo, en ese momento usamos la parte de Dios que tenemos
dentro de nosotros. Por eso, es absurdo pensar en un Dios ajeno al
resto de los seres que pueblan el cosmos. Lo que diferencia a Dios
de los seres individuales, es que el no representa solo a una parte
minoritaria, sino que es la expresión de las leyes que actúan de
acuerdo a la sabiduría universal. Esta sabiduría emana de la mate-
ria que forma el universo, porque la estructura del universo, de
sus galaxias y sus estrellas, no es la consecuencia de un momento
de trabajo, sino de miles de millones de años de evolución, para
dar lugar al universo que conocemos y a las leyes que lo rigen.
El tiempo solo representa una parte de este ciclo, por lo tanto el
principio del tiempo es también el principio de un ciclo y el final
del tiempo es también el final de un ciclo. Por ello al final del ci-
clo más largo, que contiene en su interior todos los demás ciclos,
el universo se repetirá, pero no antes de que todos hallamos pasa-
do por todas las vidas y todas las situaciones presentes en el uni-
verso, y entonces el tiempo volverá a empezar. No se tratara en-
tonces simplemente de un nuevo ciclo, sino de la repetición del
mismo tiempo.
EL AUTÉNTICO MESÍAS
¿Qué se puede definir como un auténtico mesías? En la antigüe-
dad se daba por supuesto que para considerar que un hombre era
un mesías o un precursor del progreso era requisito imprescindi-
ble que realizase milagros o algo sobrenatural. En realidad todo
científico que contribuye al desarrollo de su sociedad sea en filo-
sofía o en el resto de las ciencias tiene las cualidades que nor-
malmente se atribuyen a un mesías, por lo tanto un mesías o pro-
feta no es sino aquel que se adelanta a su tiempo y la auténtica di-
vinidad de sus actos hay que buscarla más en sus ideas o descu-
brimientos que en su propia persona. ¿Pero entonces qué es la
inspiración divina? Podría decirse que es la capacidad para com-
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