da orgánica hay que entenderla simplemente como una forma más
compleja de organización de la vida, pero sin negar que esa vida
está derivada de otra ya existente, que es la vida en el plano ató-
mico o mineral. Porque la vida igual que la materia no se crea ni
se destruye solo se transforma. Todo aquello que tiene vida es
eterno, lo único que cambia es la forma de manifestarse. La mate-
ria es vida, lo que comúnmente se define como muerte es sim-
plemente el cambio de la forma en que se muestra esa materia.
Con la muerte no desaparece la vida presente en esa materia, sino
solo la forma en la que se presenta. Por ello, cuando una forma de
vida orgánica muere, lo que se produce es la separación entre el
espíritu y el cuerpo, porque la vida es eterna y la muerte tan solo
es el cambio de forma en la que se muestra la vida. Por lo tanto,
lo que muere es la forma expresada en la materia, pero no la vida
presente en ella. Podría decirse entonces que un ser humano es la
suma de dos vidas diferenciadas, una es la vida que representa la
materia de su cuerpo y otra es la vida presente en el espíritu que
da sentido a su forma humana, por ello, cuando un ser humano
muere, su espíritu se separa del cuerpo y se prepara para una nue-
va reencarnación. De este modo el cuerpo humano sirve de ins-
trumento para la manifestación del espíritu en la materia, y así
poder alcanzar su máxima realización. La reencarnación de los
espíritus en la forma humana no es un proceso transitorio o tem-
poral, sino que es un fin en sí mismo, porque es mediante la reen-
carnación como se alcanza la máxima felicidad. Por ello los espí-
ritus se reencarnarán y expresaran a través de la forma humana
hasta que termine el actual ciclo cósmico y el universo vuelva a
comenzar.
Hay quienes no creen que el proceso de reencarnación deba ser
indefinido pero, qué sentido tendría que la naturaleza haya tarda-
do cuatro mil millones de años en crear la forma humana, si no
fuera para que los espíritus se reencarnasen en ella hasta el final
del ciclo cósmico, sería un trabajo desperdiciado. Es un error
creer que los males del mundo vayan a durar siempre o que la fe-
licidad solo se pueda conseguir en otro. Por ello debemos trabajar
para que ese mundo perfecto sea una realidad. Porque el destino
de todos los mundos es evolucionar hasta llegar a ser perfectos,
66