tir, y no permitan que el mal se desarrolle en sus hijos, y les den
la educación ética y moral esencial para hacer de ellos personas
civilizadas. Y cuando esa responsabilidad pasa a las instituciones
cumplan con su deber de no repetir el mismo error de sus padres y
les enseñen civismo, pues no es mejor padre el que consiente que
el que castiga, pues es mejor un reproche a tiempo que dejar que
arruinen su vida y terminen en la cárcel.
Porque solo en una sociedad hipócrita se aplica una pena infini-
tamente menor a un joven que comete un crimen con diecisiete
años que a otro que tiene dieciocho. ¿Es que acaso la cordura solo
aparece al llegar a los dieciocho años y se carece totalmente de
ella con anterioridad a esa fecha? Más bien parece un pretexto pa-
ra incumplir su deber de hacer justicia. Por ello, es necesario que
tanto los padres como las instituciones se esfuercen por tratar de
erradicar el mal, en lugar de simplemente buscar excusas para no
hacer nada. También es lamentable que en muchas ocasiones los
padres compitan entre sí utilizando a sus hijos, y traten de parecer
mejores con regalos y caprichos, inculcando de esta forma el mal
en ellos, esto no es más que una consecuencia de la época en la
que vivimos, en la que las mujeres tratan de disputar los mismos
roles sociales que sus maridos, con la consecuencia de que al final
ninguno está cuando hace falta para enseñar modales a sus hijos,
y cuando están no se atreven a hacerlo, para evitar que esto sea
utilizado por el otro en su contra. Quizás es el momento de pensar
que la calidad de vida no consiste solo en traer más dinero a casa,
sino en prestar más atención a la familia.
También existe lo que podría llamarse la psicopatía de grupo, esto
es lo que ocurre en algunos grupos neonazis, en los nacionalistas
extremistas vascos y catalanes, o en las sectas destructivas. Estos
grupos se caracterizan por exigir derechos pero negar responsabi-
lidades, reconocer los errores de los demás pero negar siempre los
propios, hasta el punto de considerar el asesinato como algo acep-
table si favorece sus intereses. En este caso suelen ser los propios
padres los responsables de inculcar el mal directamente a sus hi-
jos, aunque eso no les exime de responsabilidad, pues el hecho de
que les inculquen esas ideas no significa que carezcan de la capa-
cidad para distinguir donde terminan sus derechos y donde em-
piezan los de los demás. Estos grupos son como un imán para las
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