va. Por ello, resulta lamentable que en las legislaciones de algu-
nos países se confunda la protección al menor delincuente con no
castigar su maldad, y no comprenden que el hecho de que sus
progenitores no se esforzaran suficientemente en la educación de
sus hijos no impide que esos jóvenes no fueran conscientes de es-
tar actuando contra los derechos de los demás, ni tampoco cambia
el hecho de que si no corrigen sus actos de maldad con contun-
dencia habrán fracasado en su deber de hacer de ellos personas
civilizadas.
Porque el psicópata que comete crímenes fue un niño que cometió
un acto de maldad y sus padres se lo consintieron, cometió otro
más grave y se le sancionó de forma insuficiente, y es tan malo no
hacer nada como combatir la maldad con tibieza, porque el cana-
lla ve en esa tibieza un argumento para seguir en la misma actitud.
El hecho de que un psicópata avance en su maldad hasta matar a
otro semejante solo es la consecuencia de que nadie lo haya dete-
nido en su actitud cuando su personalidad aún era moldeable y si
en la adolescencia esto no ha sido cambiado, como adulto será ca-
si imposible corregir. Porque el mal es necesario cortarlo de raíz,
y si se observa que el mal se está desarrollando en un niño se debe
responder a esa conducta con la misma contundencia que la mal-
dad que se quiere combatir, lo contrario solo fortalecería ese
comportamiento despótico. Por lo tanto, el castigo tendrá que ser
el necesario para que el canalla se sienta desmotivado para seguir
en esa actitud, y solo cuando comprenda que no le compensa el
mal saldrá de él. Tampoco debemos olvidar que es fundamental
dar el cariño necesario a los niños, porque un niño no solo necesi-
ta alimento material, también lo necesita emocional, y un padre
que no da cariño no tiene ningún derecho a exigir nada a su hijo.
Es cierto que muchas personas no tuvieron los padres que serían
de desear y les faltó el cariño o la atención necesaria, pero sin
embargo fueron adultos modélicos, por ello es falso afirmar que
una infancia difícil de lugar a ese tipo de comportamientos de
forma inevitable, pues el hecho de tener una infancia infeliz, no
obliga a nadie a ser un canalla, porque siempre podemos decidir
cuál tiene que ser el camino que debemos seguir. Por ello, se pue-
de decir que para evitar que un niño termine siendo un psicópata
es fundamental que los padres no confundan proteger con consen-
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