por ejemplo ocurre con la limitación en la duración de los días,
estaciones, o años, por ello las personas igual que el resto de co-
sas que nos rodean están hechas para un tiempo limitado, lo que
es eterno es nuestro espíritu, que es el denominador común de to-
do aquello que nunca comenzó ni terminará, porque está fuera del
tiempo. Porque la vida que nuestro espíritu representa no se crea
ni se destruye solo se transforma, porque la vida en realidad es
eterna y la muerte no es otra cosa que el final de un ciclo, pero no
el final de la vida.
Para poner más en evidencia lo absurdo de buscar la vida eterna
del cuerpo pensemos que quienes defienden tal cosa también po-
drían proponer entonces la vida eterna del resto de las máquinas o
aparatos, pues en el fondo nuestro cuerpo también es una máquina
aunque de origen biológico, la diferencia es que nuestro cuerpo
está gobernado por un espíritu que es el verdadero depositario de
la vida eterna. Porque si diéramos credibilidad al mito de conse-
guir la vida eterna para el cuerpo que al fin y al cabo es una má-
quina, y se aplicara ese mismo razonamiento al resto de las má-
quinas, entonces la gente podría dedicarse a repararlas de forma
indefinida hasta el fin de los tiempos. Pero tal hipótesis es absur-
da, pues lo lógico es que las reparaciones se hagan cuando un apa-
rato tenga dañada una parte minoritaria de su estructura, pero
cuando esos daños abarcan a la mayoría del aparato, debido al de-
terioro natural, lo mejor es sustituirlo por completo por uno nue-
vo, he ahí la razón de por qué la muerte del cuerpo humano tiene
sentido. Pero esto, tan solo es el final para nuestro cuerpo, que no
es otra cosa que un mero instrumento para la manifestación en la
materia de nuestro espíritu, el cual podrá continuar en la vida hu-
mana hasta el fin del ciclo cósmico mediante el proceso de reen-
carnación. En realidad lo que la gente llama muerte, solo es el
cambio de estado de la materia, lo que muere es solo la forma, pe-
ro no la vida presente en el interior de esa forma, porque la vida
en su esencia es eterna, lo mismo para los seres humanos que para
los planetas o las estrellas.
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