do a esos falsos dioses, pues no hay nada de indigno en defender
que las razas se mantengan íntegras tal y como la naturaleza las
hizo, o en reconocer que el hombre y la mujer fueron hechos dis-
tintos para realizar tareas distintas, pero con el mismo derecho a
ser felices. Esta es una sociedad hipócrita que subordina todo al
mero afán de hacer negocios, pero no se da cuenta de que al dar
prioridad a los negocios sobre la dignidad es más lo que se pierde
que lo que se obtiene a cambio. Solo una sociedad de estúpidos
piensa que una mentira asumida por muchos se convierte en una
verdad, porque la mentira siempre será mentira y el mundo no
podrá librarse de sus consecuencias hasta que lo asuma y corrija
sus errores. A veces el miedo al poder actúa como una fuerza de
gravedad que distorsiona la percepción que tenemos de la reali-
dad, sin darnos cuenta que de forma inconsciente tendemos a jus-
tificar los argumentos que los poderosos nos plantean y nos con-
vertimos en simples instrumentos de sus planes, por ello, es nece-
sario hacer un ejercicio de imparcialidad y considerar todas las
circunstancias, empezando por dudar de aquello en lo que cree-
mos, pues el progreso consiste en reconocer nuestros propios
errores. Además, es necesario recuperar la ética y la moral por la
importancia que tienen para el progreso de la sociedad, porque el
hombre no vive solo para trabajar y conseguir más dinero, sino
que el objetivo del trabajo y del dinero es que nos sirva para ser
felices y vivir con dignidad.
Otro ejemplo de que al final las cosas se juzgan según el color del
cristal con el que se miran y no con justicia, es el caso de cómo el
cine presenta a los nativos americanos, pues su lucha legítima por
proteger sus tierras de los invasores blancos, es propuesto como
una infame agresión al colonizador, cuando la verdad es justo lo
contrario, pues es el colonizador el que les robó sus tierras y les
llevó casi hasta su total exterminio. En la actualidad son muchos
los descendientes de esos colonos que dicen lamentar lo que hi-
cieron sus antepasados pero, ¿cuántos de ellos han propuesto que
se entreguen tierras a esos nativos con las que poder crear su pro-
pia nación independiente? Es evidente que decir y hacer no es lo
mismo. Vivimos en una época en la que la gente presume de ser
consciente e imparcial, pero no se dan cuenta que ya desde la in-
fancia se les inculca que vivimos en una democracia cuando esto
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