Mil Maneras de Escribir | Page 60

Después de varios días, el Oficial Pérez tuvo que admitir que la dentadura seguía desaparecida, no se había cogido al ladrón y no había nuevas pistas.

Mientras, el profesor Emilio sospechaba de todos, sobre todo de aquéllos que no sonreían. Así que todos empezaron a sonreírle en el colegio.

El director del colegio decidió llamar a Suecia y averiguar cuánto costaba una dentadura nueva. Pero tal fue la cantidad que colgó el teléfono de un golpe.

- ¡Tendríamos que vender el colegio! –dijo conmocionado el director.

El Oficial Pérez, en un último acto desesperado, ordenó que en Logroño todo el mundo sonriese de oreja a oreja y, aquéllos que no lo hicieran, serían llevados a comisaría inmediatamente para interrogarles.

Todo el mundo sonreía, incluso en los funerales.

Pero esto duró poco. Los habitantes de Logroño se quejaron al alcalde. No podían seguir sonriendo sin razón alguna. Hubo una reunión ciudadana en el Ayuntamiento.

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