Mictlantecuhtli número cero RevistaAntropologica2 | Page 5
Tepectli Monamictlan que significa “lugar de ce-
rros que se juntan” en este sitio los muertos de-
bían pasar, sin ser ser aplastados, entre dos ce-
rros que se juntan; Izpetl, que es un cerro cubierto
de filosas pedernales en donde los muertos eran
descarnados; Itzehecayan “lugar de viento de ob-
sidiana” era un sitio de hielo y piedras, es una
sierra en donde siempre cae nieve; Paniecato-
yan “lugar donde la gente vuela y se voltea como
banderas” se dice que es la cima de las sierra de
Itzehecayan en donde los muertos dejaban de te-
ner gravedad y son presas de los vientos que los
arrastran hasta llegar al siguiente nivel; Timimina-
loayan que “es el lugar donde la gente es flecha-
da” un extenso sendero donde manos invisibles
envían puntas de flecha perdidas en batalla a los
muertos que lo caminaban; Teocoyohuehualoyan
donde jaguares abren el pecho de los muertos
para sacarles el corazón; Izmictlan Apochcalolca
“laguna de aguas negras” aquí los muertos se ter-
minan de descarnar y se liberan del cuerpo; Chi-
cunamictlan donde el muerto debería atravesar
los nueve ríos que lo componen su alma sería li-
berada de los padecimientos del cuerpo por Mict-
lantecuhtli y Mictecacihuatl. Para poder atravesar
todas las pruebas el difunto debía ir surtido de
amuletos y algunas pertenencias para facilitar su
camino, al final del viaje el muerto debía entregar
los tributos a Mictlantecuhtli.
Sin embargo, existen otras interpretaciones en la
cuales todos los que morían bajaban a ese lugar
sin luz en el cual se convertían en descarnados
y solamente aquellas “personas sin merito sufi-
ciente, sin suficiente fuego interior” (Michel Grau-
lich, 1990) permanecían ahí y estaban destinadas
a convertirse en seres inmundos o desaparecer
“Para el resto, el elemento ígneo era bastante im-
portante para hacerles ascender a la Casa del Sol
o al Tlalocan solamente en estos dos, la muerte
era vencida” (Michel Graulich, 1990), es decir, ha-
bía una concepción del Mictlán como una estan-
cia de paso para aquellas personas que habían
logrado llevar una vida meritoria de vencer a la
muerte.
Independientemente de lo que podría pensarse,
el señor Mictlantecuhtli no es, en sí, el dios de
la muerte ya que él no tiene injerencia en la vida
o en la terminación de la misma. Él no es el que
decide cuando y como mueren las personas, no
es la muerte en sí, sino, como ya mencionamos,
el gobernante del lugar a donde van los muertos,
tal como el significado de su nombre lo menciona:
mic, que es la raíz de “morir”, “muerto”; -tlan, “lu-
gar de”;tecuhtli, “señor”; quedaría como, “Señor
del lugar de los muertos”. Bajo la concepción de
que los que tienen una muerte gloriosa no atra-
viesan por los nueve ríos para toparse cara a cara
con él no es de extrañar que no haya se le haya
dado un culto primordial entre las antiguas civi-
lizaciones, sin embargo, su trascendencia es tal
que en casi todas ellas se le tiene como deidad.
La mayoría de las representaciones de Mictlan-
tecuhtli nos lo presentan como un ser semi des-
carnado, con cara de calavera, con los huesos a
la vista y de acuerdo al código Fejérváry-Mayer
“En el quinto signo, el día Serpiente, el quinto Se-
ñor de la Noche, Mictlantecuhtli, el esquelético,
que nos mira desde las fauces monstruosas de
la tierra, va arrancando corazones y ojos: domi-
na los asuntos del sentir y del saber, de la vida y
de la muerte. Soga y cuchillo: cautiverio, castigo,
ejecución y sacrificio.” (Jansen, Marteen, Pérez
Jiménez, Gabina Aurora y Anders, Ferdinand,
1994: lamina 3).
Miclantecuhtli no debería verse como un ser ma-
ligno al cual se le deba temor sino como parte de
la dualidad siempre presente en las civilizaciones
antiguas, como parte del balance que debe exis-
tir en el cosmos, como parte importante del ciclo
de la vida el cual se tenía conformado por el na-
cimiento-vida-declinación-muerte-renacimiento.
Debe tomarse como una analogía del día y de
la noche, ambos importantes y cruciales para la
vida. Mictlantecuhtli es pieza importante entre las
deidades, sin su labor no existiría la renovación
de la vida, sin él no tendríamos esta ambivalencia
respecto de la muerte como el fin de la vida pero
también el comienzo de algo más.
De la Garza, Mercedes. (1978). El hombre en el pensamiento religioso náhuatl y maya. México: UNAM, CEM, Instituto de Investigaciones Filológicas.
Graulich, Michel. (1990). Mitos y rituales del México antiguo. Madrid: Colegio Universitario/Istmo.
Jansen, Marteen, Pérez Jiménez, Gabina Aurora y Anders, Ferdinand. (1994). El libro de Tezcatlipoca, Señor del Tiempo (Códice Fejérváry-Mayer).
Austria/México: Akademische Druck- und Verlagsanstalt/FCE
Torres Guzmán, Manuel. (1990). El principio dual y Mictlantecuhtli. Bolentín informativo del Instituto de An tropología, 3ª época (9), 43-47.