A lo alto del madero una sombra se asomaba,
Entre luces de colores el toc, toc no se paraba,
Fue tanta mi sorpresa, que la risa me excitaba,
A pensar en lo curioso que la sombra me mostraba.
Fulgurante y cadencioso con asombro yo situaba,
Un ave que forjaba su aposento en la morada,
Con su pico puntiagudo, diseñaba aquel refugio,
Alguien que volaba con desvelo y mucho esmero,
Nada más ni nada menos, que un astuto carpintero.
Hoy en día me acompaña majestuoso el carpintero,
Mostrando a otras aves la verdad de su talento,
Lo que hace la constancia y amor por sus polluelos,
Al tener allí agrupada a la familia en el madero.
Escrito por: Edgar Rojas-Coordinador J. Mañana