Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 81
¨El Misterio de Belicena Villca¨
interno que, hasta entonces, había medrado con las diferencias que separaban a los dos
pueblos. Se trataba de los miembros del Pueblo Elegido, por Jehová Satanás, quienes
profesan hacia los Gentiles, es decir, hacia los que no pertenecen al Pueblo Elegido, un odio
inextinguible análogo al que los Golen experimentan hacia la Casa de Tharsis. A pesar de que
el último Cristianismo, el de Jesús Cristo, registraba el claro origen de sus Libros Sagrados, de
sus tradiciones, de sus Sinagogas, y de sus Rabinos, ellos lo despreciaban y explicaban su
existencia como un mal necesario, como la fábula que pondría en evidencia la moraleja de la
Verdad Judía. El falso Cristianismo católico duraría hasta la venida del Mesías Judío, el
verdadero Cristo, quien se sentaría en el Trono del Mundo y sometería a todos los pueblos de
la Tierra a la Esclavitud de los Judíos. Era ésta una Profecía que se cumpliría
inexorablemente, tal como aseguraban en el Talmud incontables Rabinos y Doctores de la
Ley. Creían ciegamente que la Diáspora tenía por objeto infiltrarlos entre los pueblos Gentiles
como una suerte de preparación mística para el Futuro que vendría, para la Restauración
Universal del Templo a Jehová Satanás y la Resurrección de la Casa de Israel, el verdadero
Mesías Judío: durante la dispersión, los Gentiles aprenderían quiénes son los judíos, la
expresión del Dios Uno sobre la Tierra, y los judíos demostrarían a los Gentiles cuál es el
Poder del Dios Uno. En toda la Diáspora, y en aquel Sefard de España, los judíos,
persuadidos de su protagonismo mesiánico, se entregaban a minar por cualquier medio los
fundamentos sociales de los pueblos Gentiles; la religión, la moral, las instituciones de la
nobleza y de la realeza, la economía, y toda base legal, sufrían sistemáticos ataques por los
miembros del Pueblo Elegido.
Ya Recaredo tuvo que actuar contra ellos debido a la evidencia de su infatigable tarea
corruptora, pero los sucesores de aquel Rey no obraron con la necesaria energía y permitieron
que los judíos prosiguieran con sus planes. Al Rey Sisebuto, extraordinario guerrero y cristiano
celoso, que venció sucesivamente a los vascos, cántabros, sucones, asturianos y griegos
bizantinos, le tocó corregir esa situación: en abril del 612 dicta una ley que prohíbe a los judíos
“la posesión de esclavos cristianos”. No se le ha de escapar, Dr. Siegnagel, la profunda ironía
que implicaba aquella prohibición desde el punto de vista teológico, habida cuenta de que las
Profecías talmúdicas anunciaban “la pronta esclavitud de los cristianos y goim”. Desde luego,
a los efectos jurídicos, la ley se reglamentó apuntando a los esclavos concretos, y así
ordenaba que “a todo judío que después del primero de julio de 612 se sorprendiese en
posesión de un esclavo cristiano le serían confiscados la mitad de sus bienes, en tanto que al
esclavo se le concedería la libertad en calidad de ciudadano romano”. También se puso en
vigencia, por la misma ley, una disposición de los tiempos de Alarico II que mandaba ejecutar
a los judíos que hubiesen convertido a un Cristiano a su religión, incluso si se tratase de hijos
de matrimonios mixtos.
Muerto Sisebuto, se reúne en 633 el IV Concilio de Toledo al que asiste el Conde de
Turdes en su carácter de Obispo local. Se tratan muy variados asuntos, tales como la sucesión
real, los casos de sedición, las normas para la disciplina eclesiástica, etc., y en lugar central se
debate apasionadamente sobre el problema judío. El Rey Sisenando que preside el Concilio,
carente por completo de las dotes estratégicas y de la Visión Hiperbórea de Sisebuto, permite
que una facción pro judía tome la voz cantante y cuestione las medidas decretadas
recientemente contra el Pueblo Elegido. Es allí cuando el Conde de Turdes Valter se enfrenta
violentamente contra el Obispo Isidoro de Sevilla, quien no posee ni remotamente la Sangre
Pura de Recaredo y Sisebuto, no obstante ser uno de los hombres mejor instruidos y más
inteligentes de España: su enciclopedia en veinte tomos “Etymología” es una obra maestra
para la Época, además de otros numerosos libros dedicados a los más variados temas; incluso
escribió un tratado de apologética con el sugestivo título “De fide cathólica contra Iudeos”.
Empero, Isidoro profesaba una admiración sin límites por la historia del Pueblo Elegido y
consideraba al Antiguo Testamento como la base teológica del Cristianismo, tal como lo
demuestra en su tratado de exegética “Allegoriae S. Scripturae” donde comenta los libros
hebreos. Esta postura lo condujo a la contradicción de sostener por un lado la necesidad de
combatir el judaísmo y por otro a procurar la defensa de los judíos, a evitar que sobre ellos se
ejerciese “cualquier tipo de violencia”. En el curso del Concilio, llevado por esa falsa “piedad
cristiana”, intenta dar marcha atrás a las leyes de los Reyes visigodos.
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