Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 80
¨El Misterio de Belicena Villca¨
La segunda cuestión, significa que, mientras la totalidad de la población hispano romana
profesaba la religión católica, los huéspedes visigodos sostenían la fe arriana. De hecho,
ambos pueblos eran Cristianos e ignorantes de las sutilezas teológicas que los Sacerdotes
establecían dogmáticamente. Y en este caso, la diferencia que Arrio había señalado era de
sutileza extrema. Los visigodos fueron evangelizados, cuando aún habitaban las orillas del Mar
Negro, por el Obispo godo Wulfilas, partidario de Arrio; al avanzar luego sobre Occidente,
empujados por los hunos, descubrirían con satisfacción que su Cristianismo era diferente al de
los romanos y se aferrarían tenazmente a esa diferencia, a menudo incomprensible. Obrarían
así porque los godos poseían desarrollado en grado eminente el orgullo nacional y
necesitaban disponer de una diferencia tangible, un principio unificador propio, que les evitase
el ser fagocitados culturalmente por el Imperio Romano: el significado de la diferencia en sí no
tenía mayor importancia; lo concreto sería que el arrianismo los mantendría separados
religiosamente de la población romana en tanto que, al unirlos entre sí, les permitiría conservar
la Cultura goda.
¿En qué consistía aquella diferencia con el dogma católico, que pocos comprendían pero
que los godos nacionalistas defenderían hasta el fin? Específicamente, se refería a una
definición sobre el problema de la Divinidad de Jesús Cristo. La postura de Arrio, natural de
Libia pero enrolado en la diócesis de Antioquía, surgió como reacción contra la doctrina de
Sabelio: éste había afirmado que no existía distinción esencial entre las tres Personas de la
Trinidad Cristiana; el Hijo y el Espíritu Santo en realidad eran manifestaciones del Padre bajo
otro Aspecto o prósopa: la esencia del Dios Uno, al presentarse con un Aspecto era el Padre,
con otro era el Hijo, y con otro el Espíritu Santo. Contra esto, Arrio comenzó a enseñar desde
el 318 que “sólo el Dios Uno es eterno e incomunicable: Jesús Cristo fue creado de la nada y
por lo tanto no es eterno; es una creatura del Dios Uno y por lo tanto algo diferente de Él, algo
no consubstancial con El”.
Sabelio no establecía distinción alguna entre las tres Personas de la Trinidad mientras que
Arrio diferenciaba de tal modo al Padre y al Hijo que éste ya no era Dios ni consubstancial con
el Padre: ambos serían condenados como herejes a la Doctrina Católica. ¿Y cuál era entonces
la verdad? Según lo decidió en Nicea, en el 325, un Concilio de trescientos Obispos, Jesús
Cristo respondía a la fórmula consubstantialis Patri, es decir, era consubstancial con el
Padre, de su misma substancia, Dios igual que El. De manera que la diferencia religiosa que
separaba a godos y romanos versaba sobre el complejo concepto de la consubstancialidad
entre Dios y el Verbo del Dios, diferencia que no alcanzaría a explicar la obstinación goda a
menos que se considere que con ella se estaba preservando una Cultura, una tradición, un
modo de vida. Quizá no se evidencie en su real dimensión el peligro de inmersión en la Cultura
romana que denunciaban los nacionalistas godos si no se repara en la tercera cuestión, la de
la desproporción numérica entre ambos pueblos: porque los visigodos sólo sumaban
doscientos mil; vale decir, que una comunidad de doscientos mil miembros, recién llegados,
debía dominar a una población nativa de nueve millones de hispano romanos, exponentes de
un alto grado de civilización. A la luz de tales cifras se entiende mejor la reticencia de los
godos a suprimir las diferencias religiosas y jurídicas que los aislaban de los hispano romanos.
La realidad de su escaso número obligó a los visigodos a tolerar la religión de los hispano
romanos aunque sin ceder un ápice en sus convicciones arrianas. Sin embargo, pese a la
desesperación de los nacionalistas, la universalidad de un mundo que entonces era católico y
romano los fue penetrando por todos lados y al fin tuvieron que aceptar una integración
cultural que ya estaba consumada de hecho. En el año 589 el Rey Recaredo se convierte al
catolicismo durante el III Concilio de Toledo concretando la unificación religiosa de todos los
pueblos de España. Siendo el de los godos un pueblo de Raza indogermana, que se contaba
entre los últimos que abandonaron el Pacto de Sangre, es decir, que estaban entre los de
Sangre más Pura de la Tierra, es fácil concluir que su presencia en la península sólo podía
beneficiar a la Casa de Tharsis; pero aquel paso dado por Recaredo elevaría, ya sin
obstáculos, a los Señores de Tharsis a las más nobles dignidades de la Corte de Toledo:
desde el siglo VII los de Turdes-Valter serían Condes visigodos.
La unificación política de España completada por su padre, el Rey Leovigildo, y la
unificación religiosa llevada a cabo por Recaredo, iban a dejar al descubierto a un Enemigo
80