Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 57
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Prueba del Fuego Frío. Desde lo alto, la Diosa
derrama torrentes de luz plateada sobre
aquel cuadro. De pronto, procedentes del Bosque cercano, un grupo de bellísimas bailarinas
se interpone entre los Elegidos y la Diosa Pyrena: traen el cuerpo desnudo de vestidos y sólo
llevan objetos ornamentales, pulseras y anillos en manos y pies, collares y cintos de colores,
aros de largos colgantes, cintas y apretadores en la frente, que dejan caer libremente el largo
cabello. Vienen brincando al ritmo de una siringa y no se detienen en ningún momento sino
que de inmediato se entregan a una danza frenética. Previamente, han practicado la libación
ritual de un néctar afrodisíaco y por eso sus ojos están brillantes de deseo y sus gestos son
insinuantes y lascivos: las caderas y los vientres se mueven sin cesar y pueden ser vistos, a
cada instante, en mil posiciones diferentes; los pechos firmes se agitan como palomas al vuelo
y las bocas húmedas se abren anhelantes; toda la danza es una irresistible invitación a los
placeres del amor carnal.
Desde luego, el erotismo desplegado por las bailarinas tenía por objeto excitar
sexualmente a los Elegidos, encender en ellos el Fuego Caliente de la pasión animal. Aquel
baile era una supervivencia del antiguo Culto del Fuego y su culminación, en otras Épocas,
hubiese derivado en una desenfrenada orgía. Pero la Reforma del Fuego Frío había cambiado
las cosas y ahora se prohibía el ayuntamiento ritual y se exigía, en cambio, que los Elegidos
experimentasen el Fuego Caliente en el corazón. Si algún Elegido carecía de fuerzas para
rechazar el convite de las danzarinas podría unirse a ellas y gozar de un deleite jamás
imaginado, mas eso no lo salvaría de la muerte pues luego sería asesinado en castigo por su
debilidad. La actitud exigida a los Elegidos requería que permaneciesen inmutables hasta la
conclusión de la danza, manteniendo la vista fija en el Rostro de la Diosa.
Regresemos a la escena. El volumen de la música fue en aumento y ahora es un coro de
flautas y tambores el que acompaña los movimientos cadenciosos; las bailarinas jadean, el
baile se torna febril y la expresión erótica llega a su apogeo, tras ellas, la Sonrisa de la Diosa
parece más irónica que nunca. Los Elegidos se concentran en Pyrena pero no pueden evitar
percibir, como entre las brumas de un sueño, a las bailoteantes bellezas femeninas que los
embriagan de pasión, que los arrastran inevitablemente a un cálido y sofocante abismo. Es
entonces cuando se hace necesaria la intervención de la Diosa, cuando los Elegidos, con la
voluntad enervada, solicitan en sus corazones el cumplimiento de Su Promesa. Y es entonces
cuando, a una señal de los Hierofantes, la música cesa bruscamente, las bailarinas se retiran
con rapidez, y los Ojos de la Diosa se abren para Mirar a Sus Elegidos. Como un latigazo, un
estremecimiento de horror conmueve a los Elegidos: los Párpados han desaparecido y la
Diosa los contempla desde las cuencas vacías, con Forma de Hoja de Manzano, de Sus Ojos.
Ha comenzado la Prueba del Fuego Frío. Un Hierofante, con voz estruendosa, recita la fórmula
ritual:
Oh Pyrena,
Diosa de la Muerte Sonriente
Tú que tienes la Morada
Más Allá de las Estrellas
¡Acércate a la Tierra de los Elegidos
Que Por Ti Claman!
Oh Pyrena,
Tú que antes Amabas con el Calor del Fuego a los Elegidos
y después los Matabas
¡Recuerda la Promesa!
¡Asesínalos primero con el Frío del Fuego,
Para Amarlos luego en Tu Morada!
Oh Pyrena,
¡Haz que Muera en Nosotros la Vida Cálida!
¡Haznos conocer a Kâlibur,
la Muerte Fría de Tu Mirada!
¡Y Haznos Vivir en la Muerte
Tu Vida Helada!
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