Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 543
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Grossen, Carlo de Grandi. Los tres aparentaríamos ser inmigrantes italianos, de allí la filiación
lingüística de los nombres.
Ya en este país, todo sucedió como lo había previsto Tarstein: nos entregaron el dinero en
Buenos Aires, y cada uno se fue a vivir a una Provincia distinta. Von Grossen quedó en
Buenos Aires y, como dijera Tarstein, no tardaría en dedicarse a organizar un Servicio Secreto
en compañía de otro antiguo Camarada suyo de la Gestapo, el Standartenführer Justiniano
Von Grossman. Oskar Feil eligió Córdoba, y parece que los Dioses lo habían guiado pues
años más tarde encontró allí la Orden de Caballeros Tirodal, que orientó sus últimos días; y
Yo, sabiendo que los Siegnagel residían en Salta, decidí que “Santa María de la Candelaria”
era un buen título para la Virgen de Agartha, y adquirí esta finca donde habito desde entonces.
Escudos de Provincias Argentinas.
Mendoza
Rio Negro
La Pampa
Chubut
Neuquén
Santa Cruz
Habiendo quedado atrás la Guerra Mundial, y debiendo ceñirme a “mis órdenes”, retomé
la tradicional profesión familiar de la fabricación de dulces y permanecí oculto hasta ahora,
meditando todos estos años sobre lo que había ocurrido en la primera mitad de mi vida. Mis
únicas esparciones fueron las esporádicas visitas de tus padres, o de Oskar, a los sitios
neutrales acordados anticipadamente para sostener cortos, cortísimos, encuentros. Y los
únicos acompañantes permanentes que he tenido, fieles por demás, han sido los perros
daivas: Ying y Yang son la tercera generación argentina, bisnietos de Yun y Yab.
Y nunca, nunca desde que me radiqué en la Argentina, salvo el fallido intento de tomar
contacto con Nimrod de Rosario en Córdoba accediendo a la solicitud de Oskar, nadie me
convocó para cumplir la misión final de la Sabiduría Hiperbórea hasta que tú apareciste por
aquí con la Carta de Belicena Villca. No me avergüenza confesarlo: ya había perdido toda
esperanza de que se cumplieran los anuncios de Konrad Tarstein. Sin embargo me mantenía
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