Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 516
¨El Misterio de Belicena Villca¨
absoluta de la Mónada Creada. Pero ya ha visto el resultado de esa táctica, Camarada
Lupus: no ha podido con Ud., con el Signo del Origen que Ud. posee, y las Puertas de
Shambalá se han cerrado para nuestros enemigos.
–Oh, Yo no sería tan optimista, Camarada Ave Fénix –sugerí, al tiempo que me
estremecía agitado por antiguos y nuevos terrores–. Le hago presente que si conservo la vida
no es precisamente por efecto del Signo sino gracias a la intervención de esos guerreros
increíbles que son los monjes kâulikas, y la colaboración inestimable de los perros daivas que
nos sacaron de la cañada de Altyn Tagh.
–Ah, Camarada Lupus, me temo que Ud. no comprende la situación.
Ave Fénix me hacía el mismo reproche que Karl Von Grossen. Evidentemente Yo
comprendía nada, o muy poco, de lo que ocurría a mí alrededor. O todos pretendían
comprender mejor que Yo lo que pasaba. O Yo me estaba tornando extremadamente
obstinado o estúpido. Más, sea lo que fuere, había algo que sí comprendía, y en lo que no me
equivocaba: la causa de todos mis males, que hasta ayer consideraba un maravilloso
privilegio, era el inaprensible Signo del Origen. ¿Distinción de los Dioses o Estigma? Frente a
mí, los hombres más importantes del Tercer Reich decían contar conmigo, y con mi Signo,
para llevar adelante los planes del Führer. Pero, y eso sí lo iba comprendiendo ahora, las más
terribles Fuerzas del Infierno, Fuerzas que Yo había visto de cerca en el Tíbet, me
consideraban a priori su enemigo mortal y desarrollarían contra mí un ataque
inimaginable.
Alegóricamente hablando, tal situación, la única situación que tal vez comprendía, era que
el Tercer Reich se aprestaba a marchar sobre el Mundo, como una ciclópea falange, y que Yo
desempeñaría entonces la función de abanderado. Sí, sería el portaestandarte del Tercer
Reich, y la bandera que enarbolaría sería el Signo del Origen, el Signo de Lúcifer, el Signo de
Wothan, el Signo de Shiva, mi Signo. Y, como en todo ejército en operaciones, el Enemigo
trataría de conquistar las banderas, nuestros estandartes, procurando abatir sin previo
aviso al abanderado, tratando de quitarle la Insignia Sagrada del Espíritu, tratando de quitarle
la vida, tratando de quitarle el estandarte, tratando de quitarle mi vida, tratando de quitarle mi
Signo.
No protesté por el comentario de Ave Fénix, y éste prosiguió:
–Estimado Lupus: Ud. no debe a nadie su “salvación” más que a Sí Mismo. ¿Se olvida que
si hubo Operación Clave Primera, y perros daivas, ello ocurrió porque previamente existía un
Iniciado Kurt Von Sübermann, que portaba el Signo del Origen? Los perros daivas, y Ud.,
son la misma cosa, porque sin Ud. no habría perros daivas ni Signo del Origen, o de Shiva, ni
nadie capaz de colocar su Yo más allá de Kula y Akula. El Demonio Bera lo atacó con la
furia de un Vîmâna y Ud. cree que se salvó “gracias” a los perros daivas: ¡pues sepa que es su
propia inseguridad, su falta de fe en Sí Mismo, su incomprensión de la situación, la causa
de que aliente tan errónea convicción! ¡Porque si fuese Ud. en realidad el Iniciado que debe
ser, seguro de Sí Mismo frente a la Muerte, y más allá de la Muerte, hasta el Origen,
sabría sin dudar que su Signo lo ha tornado invulnerable al ataque de cualquier Ser Creado,
aún el Dios más poderoso! ¡Si se encontrase solo, frente a los Demonios Bera y Birsa, u otros
semejantes, y Ellos le aplicaran todo el Poder del Dordje sobre el corazón, Ud. quedaría
fácilmente fuera de su alcance situándose más allá de Kula y Akula, en el Origen, o creando
con un tulpamudra sus propios perros daivas, o “caballos daivas” lungpa, o cualquier
ilusión por el estilo!
– ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Me rindo! –Propuse, sonriendo tristemente; y antes de que los
reclamos de los Iniciados de la Orden Negra se volvieran incontestables–. Me esforzaré en
comprender sus puntos de vista –prometí–. ¿Verdaderamente creen que esos malditos
Inmortales no sólo me atacaron a muerte sino que cerraron la Puerta de su Guarida?
–Así es, Lupus –terció Tarstein–. Le diré lo que ha sucedido, de acuerdo a la visión
coincidente de todos los Iniciados aquí presentes. En principio, y esto lo sorprenderá, tenemos
motivos para pensar que Ernst Schaeffer no murió en La Brea. Y si hubiese muerto durante el
ataque, estamos seguros de que los Inmortales lo resucitarían. ¿Para qué? Para que regrese
a Europa a buscar su cabeza Jamás, entiéndalo bien, Lupus, porque en esto le va la vida,
Ellos jamás van a permitir que exista alguien como Ud. en una sociedad sinárquica. Por el
contrario, estando Ud. de por medio no habrá pacto entre la Fraternidad Blanca y las
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