Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 477
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Comenzamos a hablar apartados del resto de la caravana, pero los tres oficiales
se
fueron acercando en silencio y ahora estábamos rodeados por ellos. Von Grossen suspiró y
me puso paternalmente una mano en el hombro.
–Fíjese en los tibetanos –indicó–. ¿No le parece insólita su expresión? –En efecto, aquí
Von Grossen no exageraba: la actitud de los monjes kâulikas era indudablemente fuera de lo
común. La natural e imperturbable tranquilidad había desaparecido y se los notaba nerviosos y
alarmados. ¡Aquellos guerreros, que no vacilaron frente a un enemigo cien veces superior, se
revolvían incansablemente para vigilar todas las direcciones, como si esperasen que el mismo
Satanás fuese a irrumpir a sus espaldas! No reparé antes en ello porque los perros atrajeron
toda mi atención, como me reprochara Von Grossen.
Maldije por dentro y sólo musité:
–Es curioso...
– ¿Curioso? Es increíble. Ud. recién lo advierte, pero hace un día que se han puesto así.
Yo intenté averiguar qué les pasaba más me han respondido con evasivas, pero a Ud., a quien
respetan, no se negarán a responder.
– ¡Quiero saber qué pasa, Von Sübermann! –prosiguió–. Antes de continuar este viaje de
locos quiero saber qué pasa: si estamos extraviados, o en otro Mundo, o qué les ocurre a los
tibetanos, quiero saberlo todo. No me opondré a reanudar la marcha guiados por los perros,
más creo necesario que Ud. reflexione y esté al tanto de lo que ocurre a su alrededor.
Evidentemente, mi abstracción de los últimos días lo había afectado. Pero se equivocaba
Von Grossen. Si quería hallar a Ernst Schaeffer, si pretendía que los perros daivas
obedeciesen la orden correcta, el peor error que podía cometer, sería “estar al tanto de lo que
ocurría a mí alrededor” y “reflexionar”. Justamente, el secreto para controlar a los perros
consistía en la capacidad de situarse lejos de todo “alrededor”, fuera del Espacio y del
Tiempo, más allá de Kula y Akula; y por sobre todo, se requería no pensar, no apercibir, no
“reflexionar”.
Sin percatarse, el Standartenführer quería obligarme a caer en Mâyâ, la Ilusión de las
formas materiales que llenaban nuestro “alrededor”, que componían el contexto del Gran
Engaño. Pero él era un hombre cultísimo, que hablaba con soltura del Vril y demostraba
comprender los términos del Espíritu: la Eternidad, el Infinito, la Libertad Absoluta. ¿Cómo
explicarle, entonces, lo que ya sabía? Opté por callar. No quería lastimarlo, pues sólo podía
atribuir su olvido de los principios básicos de la Sabiduría Hiperbórea a una intensa
sensación de terror.
–Interrogaré al gurka –propuse–. Me parece que es quien más afinidad tiene con nosotros.
Von Grossen estuvo de acuerdo y lo llamamos enseguida. Como él supusiera, Bangi no
se negó a responderme.
–Estamos –dijo– en el “Valle de los Demonios Inmortales”. Muy cerca de aquí ha de
encontrarse la Puerta de Chang Shambalá. Vosotros no habéis desarrollado la visión psíquica
y por eso no veis el Santuario de la Reina Madre del Oeste. Pero hace un día que nos
aproximamos a él y los kâulikas lo percibimos a cada instante con mayor nitidez.
El gurka señalaba hacia los montes Kuen Lun. Por momentos hablaba en bodskad, y por
momentos en inglés y alemán, lo que demostraba su perturbación.
– ¡Sí: allí está el Santuario de Hsi Wang Mu, la Enemiga de Kula! –Afirmó con un
estremecimiento–. Ella es quien otros llaman Dolma, Tara, Kuan Yin, y también Binah, la
Madre de los hombres mortales de barro. Es tradición que a este Valle de los Inmortales sólo
entran los que Ella ama y desea preservar para que adoren a Brahma, El Creador, y sirvan al
Rey del Mundo, es decir, sólo entran los que odian a Kula, los que rechazan la Boda Eterna
con la Shakty Absoluta, los no-hombres, los no-viriles. ¡Jamás un kâulika ha puesto los pies en
este camino contrario al Tao, el Camino y el Fin al Principio; nunca un Esposo de Kula ha
hollado tan mísero camino, opuesto a la propia Vruna!
Vos y los perros daivas nos habéis conducido al Infierno, a protagonizar en cuerpo físico el
más grande desafío de esta vida. Ella tratará de convertirnos en animales, pero nosotros
lucharemos aquí si es preciso; por Shiva; y por vos, Hijo de Shiva; y por vuestro Führer,
el Señor de la Voluntad Absoluta. Pero, sobre todo, lucharemos porque sabemos que
vos, que nos habéis guiado a la Guerra contra los Asuras, no nos abandonaréis en el
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