Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 446
¨El Misterio de Belicena Villca¨
que todos los que participaban de la operación, o de su secreto, el Führer incluido, estaban
aguardando mi Iniciación, esperando el momento en que Yo adquiriese conciencia espiritual
de la Clave del Signo y me pudiesen exponer la misión en el Asia. Creo que jamás sentí tanta
vergüenza como entonces: Yo, el estúpido y arrogante aprendiz de Iniciado, había perdido
meses, meses preciosos, tratando de profundizar racionalmente en la Sabiduría Hiperbórea de
la Orden Negra; al fin, comprendiendo que transitaba por un callejón sin salida, que era presa
de una trampa de la lógica, busqué en mi Espíritu la Verdad última que la razón, y el
conocimiento racional, me negaban; y propicié así el Kairos Iniciático, de acuerdo a la
confirmación que de él hicieron los Iniciados de la Orden Negra; luego fui Iniciado y Konrad
Tarstein me explicó el carácter de la misión “Clave Primera”, tal su denominación codificada,
y describió la facultad que Yo debería emplear para “cerrar la Puerta de Shambalá”, puerta que
Ernst Schaeffer se proponía abrir y que tal vez estuviese abriendo en ese momento.
Esos pensamientos, y esta posibilidad, me angustiaban sobremanera, y diría la verdad si
afirmara que aún aquellos cuatro días para partir se me figuraron interminablemente largos.
La primera etapa era en avión. Volaríamos desde Berlín hasta Tanzania, en la costa
oriental de África, haciendo escala en diversos países africanos o colonias de aliados de
Alemania, tales como España e Italia. En Tanzania, en la región de lo que fuera hasta la
Primera Guerra Mundial el Estado de Zanzíbar, nos arrojaríamos en paracaídas sobre la
granja de una antigua familia de colonos alemanes que trabajaban ahora para el Servicio
Secreto. Debía seguirse tal ruta porque la misión estaba calificada como “operación ultra-
secreta de la Waffen ” y porque se efectuaba el vuelo en un avión militar especialmente
adaptado para el caso: se trataba de un Dornier, o “lápiz volante”, al que se había
reemplazado su clásica carga de bombas por tanques suplementarios de combustible.
En Tanzania, pues, descendimos sin problemas tanto nosotros como la carga de armas y
equipos. Los colonos nos esperaban desde hacía tiempo y habían adquirido para nosotros un
cargamento de hilos de algodón, en el que se apresuraron a ocultar los objetos
comprometedores. Un día después, y luciendo un atuendo de indudable confección levantina,
muy apropiado para el papel de comerciantes egipcios que debíamos representar, los colonos
nos condujeron a la isla de Zanzíbar en un lanchón de regulares dimensiones. En el puerto
estaba anclado el buque italiano Tarento, que participaba secretamente de la operación y nos
transportaría hasta Dacca, en el N.E. de la India.
En Zanzíbar cambió completamente nuestra identidad. Tanto Yo, como los dos
Hauptsturmführer, seríamos a partir de allí “comerciantes egipcios”. Era una jugada
arriesgada, puesto que Egipto estaba en poder de los ingleses, pero nuestros pasaportes e
historias fraguadas tenían pocas fallas y parecía difícil que despertásemos tantas sospechas
como para iniciar una investigación. Yo mismo era verdaderamente egipcio y hablaba tan bien
el inglés como el árabe, idioma que también dominaban mis Camaradas, aunque no así el
inglés, al que imprimían fuerte acento alemán. Empero y llegado el caso, bastaría con que se
expresasen correctamente en árabe, puesto que en Egipto nadie estaba obligado a saber
inglés.
El Tarento cruzó el Océano Indico, con una sola escala en Ceilán, y luego se internó en el
Golfo de Bengala con rumbo a Calcuta y Dacca. Finalmente ascendió por el Río Dalasseri, que
es un brazo del Brahmaputra, y se fondeó frente a su orilla izquierda, en el puerto de Dacca,
importante ciudad de lo que fue la Presidencia del Bengala Propio, luego Provincia de
Bengala, después el Estado islámico del Pakistán oriental, y hoy Bangla Desh. El cargamento
de hilo africano, con su precioso contrabando, pudo ser desembarcado sin inconvenientes y
almacenado en un depósito que alquilamos al efecto.
No planeábamos permanecer demasiado tiempo en Dacca: el suficiente para vender o
cambiar los hilos por las ricas sedas y muselinas bengalíes, aprovisionarnos de víveres, y
contratar porteadores. Nuestra siguiente meta era la ciudad de Punakha, capital de Invierno
del País de Bután. Allí nos aguardaba el Standartenführer Karl Von Grossen y su ayudante,
37
el
Obersturmführer Heinz Schmidt, ambos de la División III de la R.S.H.A. , llamada
“Servicio Extranjero de Información” o “S.D. exterior”. Von Grossen era el jefe de la “Operación
37 R.S.H.A.: Dirección General de Seguridad del Reich (S.S.).
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