Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 410
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Asentí con la cabeza. Estaba feliz, esperando un nuevo relato de mi tío y pensando que
las cosas tendían finalmente a encarrilarse.
Tío Kurt se sentó frente a mí en un sillón individual y charló sobre un tema intrascendente
para dar tiempo a que la vieja Juana nos sirviera dos humeantes tazas de café.
Finalmente dijo:
–En Agosto de 1937 regresé de Egipto y tomé contacto telefónico en Berlín con el
Oberführer Papp a quien había cobrado, luego de cuatro años de agradable trato, particular
afecto.
–Hola Edwin –saludé, luego que la operadora me comunicó con Papp–. ¿Hay algo para
mí?
–Sí Kurt. Debes venir a la Cancillería para recibir instrucciones ¿Dónde estás?
–En la Estación Central de Trenes. Dentro de treinta minutos puedo estar allí.
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–Bien, dirígete a la Oficina de Seguridad e identifícate con el
Oberschrarführer
Kruger. Él te conducirá hasta mí.
Deposité el equipaje en un cofre de la estación y partí al encuentro del
Oberführer
Papp. No tomé alojamiento en un hotel pues quería cerciorarme sobre si no tendría que
continuar viaje a alguna repartición militar (como efectivamente sucedió).
El
Oberschrarführer Kruger me condujo a través de una maraña de corredores y
pasillos hasta la oficina desde donde se decidía todo lo concerniente a la seguridad del Führer
en el ámbito de la Cancillería.
Era un pequeño mundo aparte que ocupaba un ala trasera del Palacio de la Cancillería,
pasando un patio interior, y que reunía bajo el mando del Oberführer Papp, varios sectores
cuyas actividades específicas tan diferentes, convergían en el objetivo común de la Seguridad.
Funcionaban allí una escuadra de la Gestapo, un equipo de Comunicaciones y
Radiogoniometría, un pequeño grupo del Servicio Secreto de la , un laboratorio químico, una
enfermería con médico de guardia permanente las 24 horas del día. Todo montado, equipado
y atendido por la con personal de la
Panzer División Leibstandarte Adolf Hitler.
– ¡Hola Kurt! Me alegro de verte, muchacho. Sinceramente –dijo el Oberführer Papp–.
Siéntate, por favor.
Me ubiqué en una silla frente al escritorio ocupado por Papp. La oficina era una
construcción reciente de hormigón armado por lo que el techo tan bajo contrastaba con la gran
altura de los pasillos atravesados para llegar hasta allí. El
Oberführer Papp me observaba
con visible simpatía, sentado en un sillón giratorio. Sobre su cabeza un cuadro mostraba al
Führer mirando a la lejanía; a ambos lados sendos archivos metálicos flanqueaban el
escritorio.
–Yo también me alegro de volverte a ver –respondí–. Estoy tremendamente feliz de estar
nuevamente en Berlín.
–Pues no será por mucho tiempo –dijo Papp sonriendo–. Creo que partes enseguida para
el Ordensburg Crossinsee. Por aquí tengo las órdenes para ti. Son dos sobres... –se puso a
buscar en un archivo.
–Crossinsee queda en Prusia Oriental ¿no? –pregunté.
–Sí, en Pomerania. ¡Acá están tus órdenes!
Me alargó dos sobres de papel manila. Uno, más grande en el cual se leía en letras
grandes “Crossinsee” contenía todos los papeles de incorporación al Ordensburg de la .
En el otro una inscripción manual, en delicados caracteres góticos, ordenaba que el sobre
debía ser abierto en presencia del Oberführer Papp. Procedí a romper el sello y extraje del
interior del sobre una carta de puño y letra de Rudolph Hess. Decía así:
Berlín - Agosto de 1937
Sr. Kurt Von Sübermann
Querido patekind:
He dispuesto lo necesario para que ingreses al Ordensburg de
Crossinsee y luego, al recibir la instrucción mínima seas transferido a los otros Ordensburg.
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Oberschrarführer: Sargento de la
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