Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 406

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Con estas terribles palabras el Führer pareció dar por terminada su explicación. Miré a mí alrededor y comprobé que Papá, Rosenberg y Rudolph Hess aún continuaban a mi lado. Un elegante mozo indicó al Führer que cuando lo dispusieran podrían pasar al patio interior para tomar una cena fría. Eran las once de la noche. El Führer y Rosenberg se despidieron de nosotros y fueron a reunirse con Goering y el Dr. Goebbels en la cabecera de la mesa. Rudolph Hess invitó a Papá y a mí a ubicarnos para cenar, pero Yo no había quedado bien luego de la conversación con el Führer y, a riesgo de ser ofensivo, decidí hablar francamente con ambos. Capítulo XII Es tan difícil reunirlos a los dos –dije–. La última vez que estuvimos juntos fue hace cuatro años, al ingresar al NAPOLA. Quizás mañana o pasado partimos a Egipto y no sé cuándo habrá otra oportunidad de compartir una conversación. ¿No podríamos retirarnos un momento? Papá había empezado a pronunciar una protesta pero Rudolph lo interrumpió. –Tienes toda la razón Kurt. Vengan por aquí –señalaba una puerta– que Yo también tengo que hablarles. Un momento después estábamos instalados en el despacho de Rudolph Hess quien, detrás de un inmenso escritorio ministerial de roble tallado, se hamacaba en un mullido sillón. Me apresuré a iniciar la conversación. –Ante todo –dije– deseo que alguno de Ustedes me aclare una cuestión en la que todos parecen estar de acuerdo, inclusive el Führer como pude comprobar hoy, pero de la cual sólo tengo oscuras referencias. Me refiero a una especie de cualidad espiritual que Yo tendría, desconocida para la mayoría de la gente, pero que algunas personas son capaces de distinguir. Puede ser el misterioso Signo que mencionaban los árabes Ofitas que me raptaron cuando era niño en Egipto o la “gran capacidad espiritual” de la cual habló antes el Führer. No sé qué es, pero algunos parecen saberlo... y no gustarle, como por ejemplo al Profesor Ernst Schaeffer –Rudolph Hess arqueó las cejas al oír el nombre del hombre de la Abwer. A continuación les relaté la amarga experiencia vivida días atrás. Percibí un brillo de ira en los oscuros ojos de mi padrino. – ¡La Abwer sólo ha producido traidores! Esto es algo que deberás tener presente desde ahora, Kurt. Te diré un secreto que sólo conocen cuatro personas en el Tercer Reich, incluidos el Führer y Yo; un secreto que se refiere a ti y a lo que me acabas de contar: ¡no carece de razón el Profesor Schaeffer para desconfiar de ti; de cierto, que él no podría estar seguro de llevar a cabo la altwestenoperation si tú fueses incluido en ella! Pero tú estás vinculado inevitablemente a esa expedición, quiéralo o no Schaeffer, e intuitivamente lo has captado y te has acercado a él en un mal momento. No puedo revelarte ahora los motivos de tal vinculación, pero quizás te los explique otra persona a quien pronto conocerás, uno de los partícipes del secreto. Con seguridad, tú serás en el futuro un representante personal del Reichführer Himmler, la cuarta persona en el secreto, frente a Ernst Schaeffer. ¡Y él nada podrá hacer para evitarlo! Eran nuestros planes pero, sugestivamente, te has adelantado a nosotros. ¡Nada que no tenga arreglo! Te preguntarás cómo es que el Führer o el Reichführer sabían de ti. Aunque tú no lo hayas notado, todos estos años has sido objeto de intensa vigilancia por parte mía y de otras personas que no conoces, pues el Tercer Reich tiene preparado un camino para ti, apropiado a tus posibilidades, que te permitirá servir a la patria como nadie lo ha hecho, a la vez que desarrollarás tus facultades espirituales. ¡Pronto, muy pronto lo sabrás todo y nos comprenderás! Aún no había recibido respuesta a los interrogantes, pero estaba conmovido y entusiasmado con el promisorio futuro de éxitos que me anunciaba Rudolph Hess. Eso sí, una cosa me intrigaba inconscientemente ¿a qué se debería el curioso nombre de la expedición de Ernst Schaeffer “Altwestenoperation”, es decir, Operación Viejo Oeste El recuerdo de este interrogante, y su increíble respuesta tendrían lugar recién dos años después, en el corazón del Tíbet. 406