Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 382
¨El Misterio de Belicena Villca¨
actitud incoherente. Pero es que Yo pensaba, pensaba sin cesar, en la forma de obtener la
dirección de Oskar Feil, o Domingo Pietratesta, consciente de que mi tío jamás me la daría
voluntariamente. Al fin dí con la clave, sencilla, puesto que estuvo todo el tiempo frente a mis
ojos: ¡los diarios! Eso era: buscaría en Córdoba los periódicos de Diciembre de 1979 y
revisaría los avisos necrológicos. ¡Y allí descubriría el domicilio de su familia!
Finalmente adopté una actitud más seria y respondí a tío Kurt:
–Ciertamente que la última parte de tu revelación no es del todo fausta –dije con pesar–.
Lamento sinceramente la muerte de tu Camarada; y más lamento aún, sabrás entenderlo, que
su muerte te haya desconectado de la Orden Tirodal. No obstante, es tan extraordinario lo que
me has contado de dicha Orden, que podría repetir tus palabras de esta tarde: “creo que me
has traído algo que esperé mucho tiempo”. Tú lo decías por la carta, que aún no has leído,
pero Yo creo también que la información sobre la Orden, y quizás este libro que aún no he
leído, constituyen una respuesta concreta al verdadero motivo de mi visita. Porque, si bien
vine conscientemente a indagar sobre la relación entre los . Y los Druidas, es claro que tal
indagación está inserta en la cuestión mayor de la búsqueda del hijo de Belicena Villca, el
verdadero motivo, inconsciente pero efectivo, de todos mis movimientos. Y esa búsqueda
pasa inevitablemente por la Orden de Constructores Sabios de Córdoba, de la que tú me has
referido: ¿comprendes por qué en el fondo estoy contento? Porque el descubrimiento de esa
Orden representa lo más necesario para mí, lo más importante, mucho más que obtener
noticias sobre los Druidas.
Sí, tío Kurt, –afirmé enfáticamente– es imprescindible que leas cuanto antes esa carta. No
te molestaré hasta que acabes. Pero has hecho muy bien en anticiparme que tenías
conocimiento de la Orden Tirodal: ello me ha quitado un peso de encima y ahora podré
aguardar con más tranquilidad lo que tengas que decirme luego.
Capítulo V
Acepté, pues, conceder a tío Kurt el tiempo suficiente para que leyese la carta, sin imaginar lo
que derivaría de tal concesión. En primer lugar, sea porque efectuó su lectura
concienzudamente, sea porque, muy probablemente, el idioma castellano le impidió captar con
más rapidez los oscuros conceptos de Belicena Villca, o sea por el motivo que fuese, lo cierto
es que recién concluyó a los diez días. Pero, en segundo lugar, lo más irritante del caso es
que durante ese tiempo se encerró en su cuarto negándose a salir ni siquiera por un minuto
del mismo. Delegó todas las tareas de la Finca en su capataz José Tolaba y ordenó que la
comida le fuese servida en la habitación por la vieja Juana. Y en vano fue que Yo intentase
quebrar esa determinación: mis notas no tuvieron respuesta, y no logré penetrar la lacónica
lealtad de la vieja con mis preguntas. En síntesis: ¡que tuve que armarme de paciencia y
aceptar la extraña conducta de mi tío! Y, para colmo de mi frustración, sin poder avanzar
mucho en la lectura del libro Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea debido a la complejidad
de los temas que trataba: se requería, cuando menos, un Diccionario Filosófico para
comprender con profundidad la mayoría de los conceptos, que estaban empleados con mucha
precisión, e ignoraba si tío poseía algún tipo de ejemplar, aunque de nada me serviría si
estaba escrito en alemán. Naturalmente, no conseguí resolver el problema hasta que
reapareció tío Kurt, y para entonces ya no sería necesario el Diccionario porque jamás
terminaría de leer el libro de Nimrod: el relato de tío Kurt, y los sucesos que ocurrieron luego,
me lo impidieron inevitablemente.
Ha de haber sido muy intenso el efecto psicológico que la carta produjo en tío Kurt pues,
como efecto de la lectura, demostraba entonces un cambio físico muy notable, sin dudas un
producto psicosomático de la impresión recibida. Con pocas palabras, por el aspecto que mi
tío presentaba, aparentaba haber retrocedido varios años en esos diez días, estaba mucho
más joven, mostraba un carácter positivo y comunicativo que antes no le conocía. Sospecho, y
no creo equivocarme demasiado, que los treinta y tres años pasados en Santa María habían
agriado su temperamento, normalmente jovial, y causado esa personalidad huraña y pesimista
que advertí al llegar a la Finca. La personalidad de aquél que ya no confía demasiado en que
se cumplirán los designios de los Dioses y espera resignado la resolución de la Muerte. Treinta
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