Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 37
¨El Misterio de Belicena Villca¨
características de la tierra ocupada sino que en su construcción debían intervenir principios
secretos de la Sabiduría Lítica, principios de la Estrategia de la Guerra Esencial, principios que
sólo los Iniciados en el Misterio de la Sangre Pura, los Guerreros Sabios, podían conocer. Se
comprenderá mejor el porqué de esta condición si digo que los Atlantes blancos aconsejaban
“mirar con un ojo hacia la muralla y con el otro hacia el Origen”, lo que sólo sería posible si la
muralla se hallaba referida de algún modo hacia el Origen.
El principio para establecer la filiación de un pueblo aliado de los Atlantes consiste en la
oposición entre el Culto y la Sabiduría: más ¿cuáles son los indicios fácticos, las pruebas
concretas, es decir, aquello que es más evidente para determinar si se trata de Culto o
Sabiduría? En todo caso, hay que observar si existe el Templo o la Muralla de Guerra:
porque la práctica de un Culto está indisolublemente asociada a la existencia de un Templo
correspondiente: el Templo es el fundamento fáctico del Culto, su extremo material; y porque
la práctica de la Sabiduría está indisolublemente asociada a la existencia de una Muralla
Estratégica: la Muralla de Guerra es el fundamento fáctico del modo de vida estratégico, su
asiento material. Este principio explica el hecho de que la Fraternidad Blanca haya sostenido
en la Tierra, en todos los tiempos históricos, a Comunidades y Ordenes Secretas
especializadas en la construcción de Templos, las que colaborarían estrechamente con los
Sacerdotes del Pacto Cultural; y explica también el hecho de que los Señores de Agartha
sostengan, a través de la Historia, a las Ordenes de Constructores de Murallas de Piedra,
Ordenes integradas exclusivamente por los descendientes blancos de los Atlantes blancos,
quienes dominan la Sabiduría Lítica y la Estrategia de la Guerra Esencial.
Cuarto Día
Por todo lo visto, será evidente que del modo de vida estratégico sólo
podría proceder un
tipo de Cultura extremadamente austera. En efecto, los pueblos del Pacto de Sangre jamás se
destacaron por otro valor cultural como no fuese la habilidad para la guerra. Es que estos
pueblos, al principio, se comportaban como verdaderos extranjeros en la Tierra: ocupaban la
región en que vivían, quizá durante siglos, pero siempre pensando en partir, siempre
preparándose para la guerra, siempre desconfiando de la realidad del mundo y demostrando
una hostilidad esencial hacia los Dioses extraños. No debe sorprender, pues, que fabricasen
pocos utensilios y aún menos objetos suntuarios; sin embargo, aunque escasas, las cosas
estaban perfeccionadas lo bastante como para recordar que se trataba de pueblos de
constructores, dotados de hábiles artesanos; para comprobarlo no bastaría más que observar
la producción de armas, en la que siempre sobresalieron: éstas sí se fabricaban en cantidad y
calidad siempre creciente, siendo proverbial el temor y el respeto causado por ellas en los
pueblos del Pacto Cultural que experimentaron la eficacia de su poder ofensivo.
Los pueblos del Pacto Cultural, contrariamente a los ocupantes de la tierra, creían en la
propiedad del suelo, amaban al mundo, y rendían Culto a los Dioses propiciatorios: sus
Culturas eran siempre abundantes en la producción de utensilios y artículos suntuarios y
ornamentales. Entre ellos se aceptaba que el trabajo de la tierra era despreciable para el
hombre, aunque se lo practicaba por obligación: su habilidad mayor estaba, en cambio, en el
comercio, que les servía para difundir sus objetos culturales e imponer el Culto de sus Dioses.
De acuerdo a sus creencias, el hombre había de resignarse a su suerte y tratar de vivir lo
mejor posible en este mundo: tal la Voluntad de los Dioses, que no se debía desafiar. Y para
complacer esa Voluntad, lo correcto era servir a sus representantes en la Tierra, los
Sacerdotes y los Reyes del Culto: los Sacerdotes trasmitían al pueblo la Voz de los Dioses y
suplicaban a los Dioses por la suerte del pueblo; paraban el brazo de los Reyes demasiado
amantes de la guerra e intercedían por el pueblo cuando la exacción de impuestos se tornaba
excesiva; eran los autores de la ley y a menudo distribuían la justicia; ¿qué males no se
abatirían sobre el pueblo si los Sacerdotes no estuviesen allí para aplacar la ira de los Dioses?
Por otra parte, según ellos no era necesario buscar la Sabiduría para progresar culturalmente
y alcanzar un alto grado de civilización: bastaba con procurar la perfección del
conocimiento, por ejemplo, bastaba con superar el valor utilitario de un utensilio y luego
estilizarlo hasta convertirlo en un objeto artístico o suntuario. La Sabiduría era propia de los
37