Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 353
¨El Misterio de Belicena Villca¨
–Déjate de rodear y dime qué diablos quieres –dijo mi madre, que estaba comenzando a
perder la calma.
– ¿En qué año nací Mamá? –pregunté, yendo al grano.
–Tú lo sabes bien; en el 44. El 30 de Enero de 1944. Tienes ahora 36 años.
–Bien Mamá; escucha atentamente. Nunca hablamos de ello pero quiero decirte que
recuerdo una noche, más de treinta años atrás; Yo tendría tres o cuatro años y algo, un ruido,
no sé qué, me despertó. Era tarde, Katalina dormía en la cama contigua y por la ventana se
veía la luna cayendo del Oeste. Creo que sentí voces pues me levanté sin vestirme y bajé la
escalera del hall, debatiéndome entre el sueño que me cerraba los ojos y la curiosidad que me
los abría.
Estaban Papá, tú y alguien a quien nunca había visto antes; un hombre alto, de mirada
aguda. Todavía hoy recuerdo su mirada penetrante y su altura mayor que la de Papá, que
mide 1,80 Mts. Fue él quien me descubrió en la escalera y lanzó aquella carcajada
estruendosa, ante la mirada angustiosa de ustedes. En fin, no es mucho más lo que retengo
en la memoria. Me parece estar en sus brazos y creo recordar que me daba algo brillante que
atrajo completamente mi atención. Luego tú me acostaste nuevamente y al día siguiente el
desconocido ya no estaba allí, ni tampoco volví a ver su obsequio.
Mamá había palidecido. Nos detuvimos junto al juego de jardín y le hice una muda
indicación de que nos sentáramos bajo el roble.
–Al pasar los años –continué– solía recordar aquella noche pero sin darle mayor
importancia. Sólo una vez, tendría unos nueve o diez años, me atreví a preguntarle a Papá y
su reacción fue muy extraña: sufrió una gran ofuscación y me prohibió volver a hablar de ello,
pero unos minutos después cambió y trató de convencerme que Yo recordaba un sueño, un
mal sueño, que había tenido de niño.
Por lo tanto jamás volví a mencionar el asunto. Hasta hoy. –Mamá suspiró y sacudió la
cabeza como si despertara de una pesadilla.
– ¿Por qué Arturo, por qué treinta y dos años después, todavía te acuerdas de esa noche?
–preguntaba más para sí misma que a mí– ¿por qué te empeñas en revivir un fugaz recuerdo
que no significa nada para ti?
–Madre, te repito que no deseo causarte dolor; aguarda que aún no te he dicho lo que
deseo saber –dije con voz tranquilizadora–. Dime dos cosas solamente: si ese hombre era de
nuestra familia y si tenía que ver con la guerra.
Aquí usé un tono firme que convenció a Mamá de lo inútil de negarse a responder.
–Mira Arturo, tú eres ya un hombre hecho y no ignoras lo atroz que ha sido la guerra. En
los años siguientes a 1945, los ánimos estaban caldeados y mucha gente tuvo que vivir
huyendo. Pero ahora es diferente; mucho tiempo ha pasado... ¡no conviene a nadie escarbar
aquello...! –había una súplica en la voz de Mamá.
–Mamá, no respondes a mis preguntas y eso está mal ¿es que no confías en mí?
–. . . . . –Sólo una mirada muda por respuesta.
–Debes decirme lo que sabes pues es muy importante para mí, para mi futuro,
¿entiendes? –aseguré con firmeza.
Era evidente que no entendía y decidí ser más convincente.
–Estoy atravesando una terrible crisis espiritual, Mamá. El Destino me ha puesto frente a
una diabólica encrucijada de caminos, en donde un error de elección, significa extraviarse por
el camino equivocado, lleno de obstáculos y peligros reales. Tus respuestas me ayudarían a
no fallar; créeme Mamá. –Tomé sus manos con las mías en un desesperado esfuerzo por
infundirle confianza.
–No entiendo nada de lo que dices, pero presiento que estás realmente preocupado, hijo.
Te diré lo que deseas saber, y Dios me perdone si me equivoco al hacerlo, –respiró
profundamente y continuó: –Kurt; él era quien vino esa noche de 1947. Mi hermano Kurt, que
fue dado por muerto o desaparecido en Berlín en 1945, estaba en realidad cumpliendo una
misión en Italia cuando terminó la guerra. Permaneció dos años oculto en un Monasterio
franciscano del Sur de Italia, hasta que en 1947 pudo venirse a la Argentina, merced a una red
de ayuda para fugitivos de guerra que funcionaba apoyada por el gobierno del Presidente
Perón.
353