Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 313
¨El Misterio de Belicena Villca¨
De la Estirpe de Lito de Tharsis surgieron los troncos de varias familias que aún existen en
la Argentina y en otros países. Algunas se protegían de los Golen disfrazando su origen o
negando las conexiones genealógicas que las ligaban con la Casa de Tharsis, pero todas son
más o menos conscientes de esta historia. Empero, esa misma distancia las alejó del
Noyvrayado y de la Iniciación Hiperbórea. Fue así que en este siglo sólo los miembros de mi
familia, que siempre habitaron en la Chacra de Tharsy, mantenían el Culto del Fuego Frío y
custodiaban la Espada Sabia. Y en la década del sesenta, aunque la Estirpe no corría riesgo
de extinguirse ni mucho menos, sólo quedaba un Iniciado Hiperbóreo capaz de llevar adelante
la Estrategia de los Dioses Liberadores: Yo, Belicena Villca. Era viuda y tenía un solo hijo, al
que había enviado a Buenos Aires a cursar la carrera militar, pero no vacilé en tomar el
Noyvrayado cuando mi abuelo, que permanecía desde hacía treinta años junto al Meñir,
falleció en 1967. Se había producido entonces una nueva situación: aunque la Estirpe poseía
muchos miembros, la cadena iniciática amenazaba con cortarse inexorablemente. Felizmente,
en el 72, mi hijo Noyo regresó en mi auxilio dispuesto a recibir la Iniciación Hiperbórea y a
convertirse en un auténtico Noyo, Guardián de la Espada Sabia. En cuatro meses fue
preparado, de Junio a Octubre, y luego murió, y renació como Hombre de Piedra, y se situó a
mi lado, frente al Meñir de Tharsy y frente a la Espada Sabia. Había solicitado la baja de las
Fuerzas Armadas para consagrarse a la misión familiar, pero sus contactos con cierto grupo
nacionalista, integrante de los Servicios de Inteligencia del Ejército, le impidieron dedicarse a
la Guardia de manera permanente. El caso era que Noyo no deseaba renunciar a lo que
consideraba una cuestión de Honor: la lucha contra la subversión marxista que en esos días
agitaba el país todo y nuestra Provincia en particular.
Por su excepcional conocimiento del terreno, y por su acertado criterio para evaluar la
Estrategia del Enemigo y recoger información, él fue uno de los cerebros grises que ayudó
desde las sombras a desbaratar la guerrilla comunista que pretendía hacerse fuerte en los
montes tucumanos. Sus valiosos informes, comunicados a los camaradas de Buenos Aires,
contribuyeron en buena medida a trazar los planes de Estado Mayor que acabaron con la
amenaza guerrillera. Naturalmente, Yo me oponía a esta actividad aparentemente ajena a la
misión iniciática, pero Noyo repetía siempre que aquel movimiento subversivo en las
inmediaciones del Centro Carismático era señal segura del cercano comienzo de la Batalla
Final. Y no se equivocaba, como muy pronto lo vino a confirmar el Señor de Venus.
Todo comenzó en 1975, en los días que el Ejército al mando del General Adel Edgardo
Vilas se dedicaba a terminar con los últimos focos de la guerrilla suburbana y comenzaba la
ardua tarea de desmantelar la infraestructura urbana de las organizaciones subversivas. La
enérgica acción del Ejército, que ejecutaba con precisión matemática sus planes de
aniquilación, le brindó a Noyo suficiente tiempo para dedicar a la misión y hacía entonces
varios meses que se encontraba conmigo en el milenario crómlech. Un día, a fines de ese año,
estábamos ambos profundamente concentrados, meditando sobre la Piedra de Venus y el
Misterio del Fuego Frío; teníamos la vista fijada en la Espada Sabia y ninguno de los dos notó
que un cambio substancial se producía en el Meñir de Tharsis, situado exactamente atrás de
la Apacheta con la Espada Sabia. Una, como niebla lechosa, había invadido a la enorme
Piedra que, al notar nosotros el fenómeno, ya no era posible distinguir. No obstante, poco a
poco se fue plasmando, en lugar del Meñir, la imagen corpórea de un Gigante de Otro Mundo.
En verdad, se trataba de un doble fenómeno, pues, en la Piedra de Venus, iba surgiendo
nítidamente, también la imagen de un lugar desconocido: era igualmente un Valle, pero en
nada semejante al de Thafy que viera Lito de Tharsis cuatrocientos años antes; éste poseía
dos Ríos que lo surcaban longitudinalmente, igual que los Ríos Tinto y Odiel al Valle de
Tharsis, en Huelva; y en un extremo, hacia el Oeste de la figura, se podía apreciar
claramente un cerro que ostentaba en su ladera la entrada a una caverna de forma
Vrúnica.
– ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –dijo el Gigante, al tiempo que levantaba el brazo
derecho para expresar el Bala Mudra; y ambos comprendimos que se trataba del Capitán Kiev,
uno de los Señores de Venus. ¡El Capitán Kiev, quien se había despedido de nuestra Estirpe
“hasta la Batalla Final”! ¿Acaso había llegado el momento, anhelado por tantos siglos, de que
los Dioses acompañasen nuevamente a los hombres en su Enfrentamiento Total contra las
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