Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 31
¨El Misterio de Belicena Villca¨
decían: “has perdido el Origen y eres prisionero de la serpiente: ¡con el Signo del
Origen, comprende a la serpiente, y serás nuevamente libre en el Origen!”.
Así, pues, la Sabiduría consistía en comprender a la serpiente, con el Signo del Origen.
De aquí la importancia del legado que los Atlantes blancos concedían por el Pacto de Sangre:
la Sangre Pura, sangre de los Dioses, y la Piedra de Venus, en cuya concavidad se
el Signo del Origen. Esa herencia, sin duda alguna, podía salvar al Espíritu si “con
el Signo del Origen se comprendía a la serpiente”, tal como ordenaban los Dioses. Pero
concretar la Sabiduría de la Liberación del Espíritu no sería tarea fácil pues en la Piedra de
estaba plasmado de ningún modo el Signo del Origen: sobre ella, en su
concavidad, sólo se lo podía “observar”. Y lo veía allí solamente quien respetaba el Pacto de
Sangre pues, en verdad, lo que existía como herencia Divina de los Dioses era un Símbolo
del Origen en la Sangre Pura: el Signo del Origen, observado en la Piedra de Venus, era
sólo el reflejo del Símbolo del Origen presente en la Sangre Pura de los Reyes
Guerreros, de los Guerreros Sabios, de lo Hijos de los Dioses, de los Hombres
Semidivinos que, junto a un cuerpo animal y a un Alma material, poseían un Espíritu
Eterno. Si se traicionaba el Pacto de Sangre, si la sangre se tornaba impura, entonces el
Símbolo del Origen se debilitaría y ya no podría ser visto el Signo del Origen sobre la Piedra
de Venus: se perdería así la posibilidad de “comprender a la serpiente”, la máxima Sabiduría, y
con ello la oportunidad, la última oportunidad, de incorporarse a la Guerra Esencial. Por el
contrario, si se respetaba el Pacto de Sangre, si se conservaba la Sangre Pura, entonces la
Piedra de Venus podría ser denominada con justeza “espejo de la Sangre Pura” y quienes
observasen sobre ella el Signo del Origen serían “Iniciados en el Misterio de la Sangre
Pura”, verdaderos Guerreros Sabios.
Los Atlantes blancos afirmaban que su avance continental estaba guiado directamente por
un Gran Jefe Blanco al que llamaban Navután. Ese Jefe al que sólo ellos veían, y por el que
expresaban un profundo respeto y veneración, tenía fama de haber sido quien reveló a los
mismos Atlantes blancos el Signo del Origen. Naturalmente, el Signo del Origen sería
incomunicable puesto que sólo puede ser visto por quien posee previamente, en su sangre, el
Símbolo del Origen. La Piedra de Venus, el Espejo de la Sangre Pura, permitía justamente
obtener afuera un reflejo del Símbolo del Origen: pero aquel reflejo, el Signo del Origen, no
podía ser comunicado ni por Iniciación ni por ninguna otra función social si el receptor carecía
de la herencia del Símbolo del Origen. Inclusive entre los Atlantes blancos hubo un tiempo en
el que sólo unos pocos, individualmente, lograban conocer el Símbolo del Origen. La dificultad
estribaba en la imposibilidad de establecer una correspondencia entre lo Increado y lo Creado:
era como si la materia fuese impotente para reflejar lo Increado. De hecho, las Piedras de
Venus habían sido modificadas estructuralmente por los Dioses Liberadores para que
cumpliesen su función. Con el propósito de resolver este problema y de dotar a su Raza de la
Más Alta Sabiduría, mayor aún que la Sabiduría Lítica conocida por ellos, Navután había
descendido al Infierno. Por lo menos eso era lo que contaban los Atlantes blancos. Aquí, luchó
contra las Potencias de la Materia pero no consiguió obligarlas a reflejar el Símbolo del Origen
para que fuese visto por todos los miembros de su Raza. Al parecer fue Frya, su Divina
Esposa, quien resolvió el problema: pudo expresar el Signo del Origen mediante la danza.
Todos los movimientos de la danza proceden del movimiento de las aves, de sus
Arquetipos. El descubrimiento de Frya permitió a Navután comprender al Signo del Origen con
la Lengua de los Pájaros y expresarlo del mismo modo. Mas no era ésta una lengua
compuesta por sonidos sino por movimientos significativos que realizaban ciertas aves en
conjunto, especialmente las aves zancudas, como la garza o la grulla, y las aves gallináceas
como la perdiz, el pavo o el faisán: según Navután, para comprender al Signo del Origen se
requerían exactamente “trece más tres Vrunas”, es decir, un alfabeto de dieciséis signos
denominados Vrunas o Varunas.
Gracias a Navután y Frya, los Atlantes blancos eran Arúspices (de ave spicere), vale
decir, estaban dotados para comprender el Signo del Origen observando el vuelo de las aves:
la Lengua de los Pájaros representaba, para ellos, una victoria racial del Espíritu contra las
Potencias de la Materia.
Así se sintetizaría la Sabiduría de Navután: quien comprendiese el alfabeto de dieciséis
Vrunas comprendería la Lengua de los Pájaros. Quien comprendiese la Lengua de los
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