Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 222
¨El Misterio de Belicena Villca¨
He aquí su primer crimen. Recordar el Origen Divino será, en adelante, un terrible pecado
y quienes lo han cometido deberán pagar por ello; esa es la Voluntad del Demiurgo, la “Ley de
Jehová Satanás”. Serán sus Ministros, los Demonios de Chang Shambalá, quienes se
encarguen de ejecutar la condena cobrando el castigo en una moneda que se llama: dolor y
sufrimiento. El instrumento será, naturalmente, la encarnación, repetida mil veces en
transmigraciones “controladas” por la “Ley” del Karma, declarando cínicamente que el dolor y
el sufrimiento son “para bien” de los Espíritus, “para favorecer su evolución”. Si “el mal” radica
en la sangre entonces se la debilitará favoreciendo la mezcla racial y se la tornará impura
envenenándola con el temor del pecado. El resultado será la confusión estratégica del
Espíritu y la completa oscuridad sobre el pasado del hombre. “En el pasado no hay nada digno
de ser rescatado”, afirmarán durante milenios las gentes sensatas, a coro con los Demonios
de la Fraternidad. La Teología, y aún la Mitología, hablará sobre el mal del hombre con el
lenguaje del Demiurgo: el “pecado”, la “caída” y el “castigo”. La “Ciencia”, por otra parte, nos
mostrará un panorama más desalentador: “probará”, echando mano de inmundicias fósiles,
que el hombre desciende de un protosimio llamado “homínido” o sea de ese mísero y
despreciable animal hombre que fue el antepasado del hombre dormido. La “Ciencia” ha
llevado el pasado del hombre a su degradación más dramática vinculándolo “evolutivamente”
con los reptiles y gusanos. Para el hombre moderno ya no habrá ancestros Divinos sino simios
y trilobites. Realmente se necesita partir de un odio sobrehumano para desear que el hombre
se humille de manera tan triste.
Pero dejemos lo triste, seamos optimistas, ¿para qué mirar el pasado, dirá la Sinarquía
con la Voz de la Ciencia y la Teología, si el hombre es “algo proyectado hacia el futuro”? En el
pasado no hay nada digno de respeto: unos primitivos crustáceos marinos hundidos en el
cieno tratando de ganar el medio terrestre, impulsados por la “evolución”; millones de años
después unos simios deciden hacerse hombres: impulsados nuevamente por la milagrosa “ley
de evolución” se vuelven bípedos, fabrican herramientas, se comunican hablando, pierden el
pelo y entran en la Historia; y luego viene la Historia del hombre: los documentos, la
Civilización, la Cultura. Y en la Historia continúa implacable la “evolución”, convertida ahora en
una ley más inflexible llamada dialéctica: los desaciertos de la humanidad, las guerras, la
intolerancia, el fascismo, son “errores”; los aciertos, la paz, la democracia, la O.N.U., la vacuna
Sabín, son “éxitos”. De la puja entre éxitos y errores surge siempre un estadio superior, un
beneficio para la Humanidad futura, confirmándose la tendencia evolutiva o progresista.
¿Acaso no es esa tendencia progresista de la Historia todo lo bueno que cabe esperarse del
pasado?
Por eso seamos optimistas; miremos al futuro; allí están todos los bienes, todas las
realizaciones; el teólogo asegura que tras un juicio futuro a los buenos se les abrirán las
puertas del paraíso, los rosacruces, masones y otros teosofistas, sitúan en el futuro el
momento en que, concluida parcialmente la “evolución espiritual”, el hombre se identifica con
su mónada, o sea con su “Arquetipo Divino” y se incorpora a las Jerarquías Cósmicas
dependientes del Demiurgo; y hasta los materialistas, ateos o cientificistas, presentan una
imagen venturosa del futuro: nos muestran una sociedad perfecta, sin hambre ni
enfermedades, en donde un hombre, tecnócrata y deshumanizado, reina feliz sobre legiones
de androides y robots.
No abundaré en detalles sobre un hecho por demás evidente: se ha intentado borrar el
pasado del hombre desconectando a éste de sus raíces hiperbóreas; no se ha logrado borrar
totalmente dicho pasado, pero, en compensación, se ha conseguido crear una fractura
metafísica entre el hombre y sus ancestros Divinos, de modo tal que, en la actualidad, un
abismo lo separa de los recuerdos primordiales; un abismo que tiene nombre: confusión.
Paralelamente con tan siniestro propósito se ha “proyectado al hombre hacia el futuro”
eufemismo utilizado para calificar a la ilusión del progreso que padecen los miembros de las
Civilizaciones modernas. Tal “ilusión” es generada culturalmente por poderosas “ideas fuerza”
empleadas hábilmente como arma estratégica: el “sentido de la Historia”, la “aceleración
histórica”, el “progreso científico”, la “educación”, “civilización versus barbarie”, etc. Los
hombres, condicionados de ese modo, creen ciegamente en el futuro, miran sólo hacia él, y
aún los fatalistas, que avizoran un “negro futuro”, admiten que si una excepción imprevisible o
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