Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 201
¨El Misterio de Belicena Villca¨
del Pacto de Sangre: irónicamente, el Tribunal de la Inquisición, del que se valieron para
terminar con los Cátaros, ahora los condenaba de manera inapelable a morir en la hoguera:
como en el arte marcial del jiu jitsu, el Enemigo aprovechó sus propias fuerzas para
derrotarlos.
Jamás olvidarían los Golen el proceso a los Templarios. Especialmente recordada sería la
fecha del 10 de Mayo de 1310: ese día, en el Concilio de Senz, cuyo obispado ejercía Philippe
de Marigny, hermano de Enguerrand fueron quemados a fuego lento 56 Caballeros
Templarios, la flor y nata de la Jerarquía Golen. Desde que los Señores de Tharsis incendiaron
el Bosque Sagrado, e hicieron perecer a los 20 de Cartago, los Golen no habían tenido un día
tan aciago como ese 10 de Mayo. Maniatados cada uno de espaldas a un robusto poste, el
medio centenar de Golen de Senz formaba una larga fila de condenados, una procesión de
espectros marchando hacia el Infierno; a los pies de cada poste, la leña apilada auguraba el
próximo fin de los Sacerdotes del Dios Uno. Antes que los hermanos menores arrojasen la tea
encendida, un Caballero del Rey Felipe, un monje guerrero de alguna Orden desconocida, se
acercaba a los herejes y pronunciaba en voz baja unas palabras, que los presentes tomaban
como una piadosa oración. Sin embargo, al oírla, el rostro de los Golen se descomponía de
odio, y algunos prorrumpían en atroces maldiciones: aquellas palabras decían, simplemente: –
¡Por Navután y la Sangre de Tharsis!
Al completar la fila, mientras los Golen elevaban su Alma a Jehová Satanás y reclamaban
un castigo indescriptible para el Hombre de Piedra, aquel Caballero, que no era otro más que
Charles de Tharsis, hizo una señal a los Verdugos, y las hogueras comenzaron a arder. Pronto
los Golen, y sus sueños sinárquicos, no fueron más que cenizas; un puñado de vil ceniza que
no alcanzaría para lavar el daño causado a la Casa de Tharsis y a tantos otros que cayeron
aniquilados por oponerse a esos sueños demenciales.
Para completar la obra se requería legalizar el resultado de la Estrategia de Felipe el
Hermoso. Con ese propósito el Papa convocó el Concilio Ecuménico de Viena, de Octubre de
1311 a Mayo de 1312. Aunque derrotados en todos los frentes, los Golen aún tuvieron fuerzas
para presionar e intentar impedir que se acordase la extinción de la Orden. Hubo una
conferencia secreta entre cinco Cardenales fieles a Felipe el Hermoso y seis delegados del
Concilio, en la que se les informó a los últimos sobre las terribles consecuencias que traería
oponerse al Rey de Francia y absolver a la Orden, pese a las irrefutables pruebas reunidas en
su contra. Pero el terror desatado era muy grande, y, entre el castigo del Rey y la venganza de
los Golen, muchos permanecieron indecisos. Los representantes del Rey ante el Concilio,
Guillermo de Nogaret, Guillermo Plasian, Charles de Tharsis, Enguerrand de Marigny, etc.,
hicieron gala de su elocuencia para persuadir a los Obispos sobre la necesidad que tenía la
Iglesia y la Cristiandad de suprimir aquel foco de herejía. Hubo, incluso, un momento, hacia el
mes de Marzo de 1312, en que el Rey amenazó avanzar con sus tropas sobre Viena y ajustar
las cuentas allí mismo con los partidarios de los Golen: a la sazón llegó hasta Lyon con su
hermano Carlos, sus hijos, y un poderoso regimiento de Caballeros. Al fin, el 22 de Marzo de
1312, se votó la extinción de la Orden y la confiscación de todos sus bienes en favor de la
Orden de Hospitalarios de San Juan, de la Iglesia, y del Reino de Francia. No obstante,
existían tantas dudas sobre el acuerdo del Concilio, especialmente porque quienes habían
votado en secreto, negaban en público haberlo hecho, que el Papa se vio obligado a zanjar la
cuestión mediante un decreto: en la bula Considerantes Dudum declara abolida la Orden del
Temple “de manera provisoria” hasta tanto no se expida de modo definitivo el Tribunal del
Santo Oficio, cosa que éste ya había hecho: “non per modum definitivae sententiae, sed
per modum provisionis… apostolicae”.
La bula y el decreto del Concilio de Viena son remitidos a todos los países cristianos para
su ejecución: la Orden local debe ser extinguida, sus miembros tomados prisioneros y
procesados por herejía. En Aragón, los Caballeros se fortifican y resisten, debiendo ser
sometidos por Jaime II en campañas militares. Los de Navarra, donde reinaba Felipe el
Hermoso, se rinden sin chistar, al igual que los de Castilla y Portugal. En todos los casos, los
que son absueltos, así como las propiedades de la Orden, que eran muchas, pasan a integrar
la Orden del Hospital u otras Órdenes creadas para tal fin. En Huelva, el Castillo de Aracena
es desalojado y reemplazada su guarnición con tropas portuguesas, pero más adelante sería
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