Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 182
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Sobre la legalidad de su actitud se suscitaron las más enconadas polémicas entre los
canonistas, que duraron siglos, pues una opinión generalizada desde antiguo sostenía que a la
investidura papal no podía renunciarse por ninguna decretal. Esta opinión, que compartían
muchos teólogos y canonistas de Italia y Francia, era sostenida también por el pueblo, que
seguía considerando a Celestino V como el legítimo Papa. Temiendo un cisma los Golen
deciden eliminar a Pedro de Murrone: Bonifacio VIII lo hace prender en una cueva de las
montañas de San Ángel, en Apulia, adonde se había retirado, y lo confina en la Fortaleza de
Fumona, en Campania; en Mayo de 1296 sería asesinado y su cuerpo enterrado a cinco
metros de profundidad.
Trigesimoctavo Día
La célebre querella de las investiduras, entablada entre Gregorio VII y Enrique IV, entre la
Espada sacerdotal y la Espada volitiva, sería renovada ahora por Bonifacio VIII y Felipe IV:
pero donde antes había triunfado la primera, ahora se impondría la segunda, con todo el peso
que puede descargar la Verdad Absoluta sobre la mentira esencial. Los tiempos habían
cambiado y no se trataba ya de un enfrentamiento entre el Sacerdote del Culto y el Rey de la
Sangre, en el cual el primero llevaba las de ganar porque dominaba la Cultura a través de la
Religión y la Iglesia organizada mientras que el segundo carecía de la orientación
estratégica necesaria para hacer valer el poder carismático de la Sangre Pura. Con Felipe
IV los Golen se hallaban frente a un Rey Iniciado que se oponía en el plano de las Estrategias,
vale decir, en el contexto de la Guerra Esencial: el Sacerdote del Culto y el Pacto Cultural,
contra el Rey de la Sangre y el Pacto de Sangre; la Cultura sinárquica contra el modo de vida
estratégico; el Papa Golen Bonifacio VIII y el concepto teocrático del Gobierno Mundial, contra
el Rey de la Sangre Pura Felipe IV y el concepto de la Nación Mística; los planes de la
Fraternidad Blanca contra la Sabiduría Hiperbórea. Sí, Dr. Siegnagel, esta vez la querella se
planteaba en el plano de dos Estrategias Totales, y su resolución implicaría la derrota total de
uno de los adversarios, es decir, la imposibilidad de cumplir con sus objetivos estratégicos.
Mas, como se trataba de la Estrategia de las Potencias de la Materia contra la Estrategia del
Espíritu Eterno, representadas por Bonifacio VIII y Felipe IV, no sería difícil predecir quién
saldría vencedor. Ello fue mejor sintetizado por Pierre Flotte, un Señor del Perro que era
ministro de Felipe el Hermoso: cuando Bonifacio VIII afirmó: “Yo, por ser Papa, empuño las dos
Espadas”, él le respondió: “Es verdad, Santo Padre; pero allí donde vuestras Espadas son sólo
una teoría, las de mi Rey son una realidad.”
Ya en Octubre de 1294 se reúnen numerosos sínodos provinciales franceses para tratar
sobre la ayuda que el Rey reclamaba a fin de solventar la guerra contra Inglaterra. Muchos
aprueban la transferencia, durante dos años, de un diezmo extraordinario, pero la mayoría de
las Órdenes hacen llegar su protesta al Vaticano. Y aquí puede decirse que comienza una de
las divisiones más fecundas en el seno de la Iglesia: los Obispos franceses, en gran número,
van siendo ganados por la Mística nacional, y se sienten carismáticamente inclinados a apoyar
a Felipe el Hermoso; por otra parte, la Iglesia Golen, representada en Francia por las Ordenes
benedictinas, esto es, la Congregación de Cluny, la Orden Cisterciense y la Orden Templaria,
se oponen furiosamente a las pretensiones de Felipe IV: es el Abad de Citeaux quien eleva a
Bonifacio VIII los reclamos más virulentos, luego de la asamblea general de 1296 en la que se
compara a los “Obispos serviles”, que aceptan pagar impuestos, con los “perros mudos” de la
Sagrada Escritura, en tanto que al Rey se lo equipara al Faraón. Aquella diferencia, que por
entonces estaba bastante acentuada, fue dividiendo en dos bandos a la Iglesia de Francia. En
el bando del Rey, se alineaban los Obispos nacionalistas, algunos de los cuales eran Señores
del Perro, aunque la mayoría se componía de simples patriotas que temían en el fondo un
enfrentamiento con la Santa Sede: a ellos no los descuidaría Felipe IV, asegurándoles en
todos los casos la protección real contra cualquier represalia que sus conductas les pudiesen
ocasionar; también la Universidad de París, la más prestigiosa escuela de Derecho Canónico
de Europa, se hallaba dividida: allí, aparte de la cuestión de la reforma impositiva, se debatía
aún sobre la legalidad de la elección de Bonifacio VIII, siendo muchos los canonistas que
consideraban a Celestino V como el verdadero Papa. Las siguientes medidas de Felipe IV, y
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