Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 15
¨El Misterio de Belicena Villca¨
cuerda color marfil, estaba enlazada aún en su cabeza pero suelta ya. Y los dos extremos
caían suavemente sobre el pecho hacia el costado de la cama.
Era un espectáculo tan horrible que la avezada enfermera García lanzó un grito de
espanto y tambaleó hacia atrás, debiendo sostenerla por los hombros, a pesar de que mis
piernas no se hallaban del todo firmes. Y no era para menos; la muerta tenía las manos
cerradas sobre las frazadas a ambos lados del cuerpo, posición en que debieron estar en el
momento de la muerte y que la rigidez cadavérica conservó, lo que indicaba que no se había
defendido de su misterioso asesino. Este debió infundirle tal terror que, aún observando cómo
le pasaban el lazo por el cuello, y luego, sintiendo que el mismo se cerraba y le cortaba la
respiración, sólo atinó a aferrarse desesperadamente a la frazada. Tal deducción se afirmaba
al contemplar el gesto de la cara: los ojos muy grandes y desorbitados; y la boca entreabierta,
permitiendo ver la lengua hinchada, que parecía quebrarse en una palabra inconclusa, algo
que quizá ya nunca sería pronunciado, quizá la misteriosa pachachutquiy.
Expondré ahora el segundo elemento absurdo e irracional que, al intervenir con el peso
contundente de lo concreto, eliminó cualquier esperanza de obtener una pronta y simple
solución. Me explicaré mejor. El hecho incomprensible de que la puerta estuviese cerrada con
llave cuando se cometía el crimen, primer elemento, podía pasarse por alto estableciendo las
hipótesis lógicas, aunque improbables, de que el asesino poseyese otra llave o que existiese
una conspiración por parte de miembros del cuerpo médico, etc. Al fin y al cabo tales hipótesis
las formulaba la policía y lo que ellos pretendían era despojar al caso de todo “misterio” o
ilusión sobrenatural. Pero la cuerda color marfil, segundo elemento, consistía en un objeto
demasiado tangible para pasarlo por alto.
El segundo elemento fue la evidencia de que algo siniestro e irracional se había instalado
irresistiblemente entre nosotros. Se trataba de una cuerda de un metro de largo; construida
con cabello, al parecer, humano, trenzado y teñido. Pero lo insólito estaba representado por
las dos medallas de oro, una en cada extremo, girando locamente en dos pequeños conos de
oro. Las medallas en sí constituían lo más absurdo del conjunto: exactamente iguales en sus
formas de Estrella de David, no lo eran, sin embargo, sus grabados e inscripciones. Una de
ellas llevaba cincelado en relieve un trébol de cuatro hojas labrado en el hexágono central; la
otra mostraba un fruto que, indudablemente, correspondía a la granada.
Yo las encontré parecidas a ciertas joyas masónicas que vi en una exposición del Rotary
Club; pero la familiaridad terminó en cuanto hice memoria y razoné que el único punto de
semejanza entre éstas y aquéllas era la Estrella de David que, como todos saben, está
formada por dos triángulos equiláteros entrelazados. Es un símbolo adoptado desde hace
milenios por el pueblo hebreo para identificarse, tal como puede comprobarse hoy día viéndola
en la bandera del Estado de Israel.
Las partes posteriores de las medallas llevaban inscripciones. Más, éstas, lejos de aclarar
algo, aumentaban nuestra confusión pues estaban redactadas en dos idiomas distintos. Una
frase, grabada horizontalmente en el centro, estaba escrita en caracteres hebreos, aunque
tales signos no eran los mismos en cada medalla. Rodeando a estas palabras había otra
inscripción en letras latinas, esta vez idéntica para ambas joyas. En ese momento nadie pudo
aclarar a qué idioma pertenecía: “ada aes sidhe draoi mac hwch”. Las palabras hebreas,
por su parte, decían; en la granada ;בונח y en el trébol וחבח.
Como se comprenderá, esta curiosa cuerda enjoyada daba toda la sensación de ser algo
de uso ceremonial o religioso, atributo que el oficial Maidana captó de inmediato pues al
examinarla no pudo evitar un gesto de repugnancia y una exclamación:
–Puaj ¡esto es algo judío!
Capítulo III
Y o sé que mucha gente poderosa de nuestro país considera que todo correcto oficial de
policía debe profesar imprescindiblemente la “ideología nacionalista”; y sé también que dicha
indefinible ideología se opone a los grandes internacionalismos tales como el marxismo, la
masonería, el sionismo, las corporaciones multinacionales, etc., y hasta a la política exterior de
las potencias imperialistas. En la ideología nacionalista es creencia corriente que todas esas
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