Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 107

¨El Misterio de Belicena Villca¨ y de todo Culto; construiría una sociedad basada en la Aristocracia de la Sangre Pura, en los Señores de la Sangre y de la Tierra, como la que, sabiamente, procuraría impulsar Federico II Hohenstaufen. Y aquí llegamos a la causa oculta de la expansión cátara en el siglo XII: en aquel tiempo existía la convicción generalizada entre los occitanos, incomprensible para quienes carecían de pureza racial o desconocían la Sabiduría Hiperbórea, de que estaba próximo a llegar, o había llegado, uno de esos “momentos de la Historia” en los que surgiría el Líder Racial, el Emperador Universal del Espíritu y de la Sangre Pura. Era un presentimiento común que brotaba de una fibra íntima y unía a todos en la seguridad del advenimiento regio. Y esa unidad espontánea era causa de profundas transformaciones sociales: parecía como si los esfuerzos enteros del pueblo se hubiesen de pronto coordinado en una empresa espiritual conjunta, en un proyecto cuya realización permanente era la generación de la brillante civilización de Oc. La poesía, la música, la danza, el canto coral, la literatura, alcanzaban allí gran esplendor, mientras se desarrollaba una lengua romance de exquisita precisión semántica, muy diferente al idioma más bárbaro de los francos del Este: era la “lengua de Oc” o “langue d'Oc”, que dio nombre al país del Languedoc. En la estructura de esa civilización naciente, como uno de sus elementos fundamentales, iba a surgir el catarismo, que ya no sería entonces una “herejía católica”, como pretendía la Iglesia Golen, ni una religión trasplantada del Asia Menor, como pretenden otros. Por el contrario, el catarismo era la expresión formal de la religazón que existía a priori en la sociedad occitana: era el Gral, así lo creían todos, el que religaba la sociedad occitana y constituía el fundamento de la religión cátara. Pero el Gral, al comunicar la próxima venida del Emperador Universal, anunciaba también la Guerra, el inevitable conflicto que su Presencia plantearía a las Potencias de la Materia, quizá la Batalla Final si los tiempos estaban maduros para ello. El “momento histórico” de la aparición del Gral exigía, pues, una especial predisposición del pueblo para afrontar la crisis que fatalmente sucedería: era tiempo del despertamiento espiritual y del renunciamiento material, de discriminar claramente entre el Todo del Espíritu y la Nada de la Materia. Ahora entenderá Ud., Dr. Siegnagel, por qué los Cátaros se organizaron como Iglesia y se dedicaron a predicar públicamente la Sabiduría Hiperbórea: estaban preparando al pueblo para el momento histórico, estaban fortaleciendo su Voluntad y procurando que adquiriese el “Estado de Gracia” que los tiempos exigían. Si advenía el Emperador Universal, Kristos Lúcifer estaría más cerca que nunca del Espíritu cautivo en el Hombre, favoreciendo su liberación: por eso los Cátaros anunciaban la inminente llegada de Lucibel, y alentaban al pueblo a olvidar el Mundo de la Materia y clavar los ojos interiores sólo en El. Si advenía el Emperador Universal, se requerirían hombres profundamente espirituales, que poseyesen la Sabiduría Hiperbórea y se trasmutasen por el Recuerdo del Origen, por la revelación de la Verdad Desnuda de Sí Mismo, es decir, se necesitarían Hombres de Piedra: por eso los Cátaros formaron y lanzaron miles de trovadores iniciados en el Culto del Fuego Frío de la Casa de Tharsis; ellos tenían la misión de recorrer el país y encender en los Nobles de la Sangre, Nobles o plebeyos, ricos o pobres, la Flama del Fuego Frío, el A-mort de la Diosa Pyrena, a quien nombraban simplemente como “la Dama”, o “la Sabiduría”; y los Nobles de la Sangre, si comprendían el Trovar Clus, se convertían en Caballeros desposados con su Espada, una Vruna de Navután, que en ocasiones consagraban a una Dama de carne y hueso, a una Mujer Kâlibur que era capaz de inmortalizarlos Más Allá de la Negrura Infinita de Su Señal de Muerte. Vigesimoprimer Día La urgencia de los tiempos había obligado a los Cátaros a exponerse públicamente, acto que causaría, más tarde o más temprano, el inevitable ataque de la Iglesia Católica. Los benedictinos, cluniacenses y cistercienses, comenzaron bien pronto a elevar sus protestas: ya en 1119, aquel año cuando los nueve Golen se instalan en el Templo de Salomón, el Papa Calixto II fulmina la excomunión contra los herejes de Tolosa. Pero tales medidas no surtían efecto alguno. En 1147 el Abad de Claraval, San Bernardo, Jefe Golen de la conspiración templaria, recorre el Languedoc recibiendo en todos lados muestras de hostilidad por parte del 107