Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 104
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Esa unidad política controlada discretamente por la Iglesia, que ahora disponía de una
poderosa Banca y de una Orden militar, resultaría fatalmente desestabilizada por Federico II.
En 1220, cuando aún obedecía al plan de los Golen, Federico II concedió a los príncipes
eclesiásticos los derechos de reglamentar el tráfico comercial en sus territorios y decidir sobre
su fortificación. Empero, en 1232, confirió estos mismos derechos a los Señores Territoriales
además de autorizarles la jurisdicción completa de sus países: en la práctica, esto significaba
que asuntos tales como la moneda, el mercado, la justicia, la policía, y las fortificaciones,
quedaban para siempre sujetos a la potestad de los Señores Territoriales, no teniendo ya el
Rey, ni el Papa, poder ejecutivo alguno en sus respectivos países.
Después de la muerte de Federico II, en 1250, jamás conseguirá la Iglesia Golen otra
oportunidad semejante para cumplir con los planes de la Fraternidad Blanca: en Alemania
sobrevendrá el Interregno, durante el cual los Señores Territoriales se harán cada vez más
poderosos e independientes; y en Francia, gobernará Felipe IV, el Hermoso, quien concluirá la
obra de Federico II procediendo a aniquilar a la Orden del Temple y a desmantelar la
infraestructura de la Sinarquía financiera.
Como segunda causa del fracaso del plan Golen, causa principal, causa esotérica, he
mencionado a la “oposición de la Sabiduría Hiperbórea”: con tal denominación me refiero,
lógicamente, a la oposición consciente que ciertos sectores llevaron adelante contra las
intrigas secretas de los Golen y sus organizaciones cistercienses y templarias.
Esos sectores, que comprendían la Sabiduría Hiperbórea, contribuyeron de manera
significativa a determinar el fracaso de los Golen; eran varios grupos, pero entre los principales
cabe citar a los Bogomilos en Italia, a los Cátaros de Francia, y a los Señores de Tharsis de
España.
Los Señores de Tharsis se habían hecho fuertes en España, tanto en la región
musulmana como en la cristiana: en Turdes, conservaban su obispado y la propiedad de la
Villa, donde una parte de la familia permanecía todo el año; en Córdoba y en Toledo, vivían
siempre los clérigos que se dedicaban a la enseñanza; y en Cataluña y Aragón, e inclusive en
varios países europeos, habitaban los que eran teólogos y doctores, y recibían la invitación de
algún Señor para oficiar de consejeros o instruir a las familias reales. Pero, allí donde
estuviesen, los Señores de Tharsis jamás olvidaban su Destino, y todos los esfuerzos estaban
puestos en obedecer aquellos dos principios jurados por los Hombres de Piedra: preservar la
Espada Sabia y cumplir la misión familiar. Su prioridad era, pues, sobrevivir; pero sobrevivir
como Estirpe, lo que obligaba a mantenerse permanentemente informado sobre la Estrategia
enemiga puesto que uno de los objetivos estratégicos declarados por el Enemigo exigía,
justamente, el exterminio de la Casa de Tharsis. En el siglo XIII, los Señores de Tharsis tenían
perfectamente en claro los planes de la Fraternidad Blanca y sabían cuan cerca estaban los
Golen de hacerlos realidad. Para oponerse a esos planes, sin arriesgar la seguridad de la
Estirpe, los señores de Tharsis comprendieron que necesitaban operar protegidos por una
Orden de la Iglesia, una Orden que, desde luego, no estuviese controlada por los Golen ni se
rigiese por la Regla benedictina: por supuesto, no existía una Orden semejante. El honor de
fundarla, y salvar por su intermedio a la parte más sana del cristianismo, le correspondería a
Santo Domingo.
Vigésimo Día
Desde hoy voy a examinar, Dr. Siegnagel, la cuestión cátara, la más significativa de las
producciones de la Sabiduría Hiperbórea que se opuso a los planes de la Fraternidad Blanca
en el siglo XIII. Fue en el contexto del catarismo cuando Santo Domingo fundó la Orden de los
Predicadores que permitiría a los Señores de Tharsis actuar de manera encubierta. Es
necesario, entonces, describir dicho contexto para que resulte claro el objetivo buscado por
Santo Domingo y los Señores de Tharsis.
Ante todo, cabe advertir que calificar de “herejía” al catarismo es tan absurdo como
hacerlo con el budismo o el islamismo: como éstos, el catarismo era otra religión, distinta de
la católica. Herejía es, por definición, error dogmático sobre la Doctrina oficial de la Iglesia; no
es hereje quien profesa otra religión sino quien desvirtúa o interpreta torcidamente el dogma
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