Introducción
El tema de la educación en sexualidad nuevamente vuelve a estar vigente en la
agenda educativa, cada vez más, se escuchan voces que exigen revisarla y
presentar nuevas adecuaciones con la finalidad de responder a las nuevas
demandas sociales de los educandos que, hay que decirlo, son sujetos sexuales y
sexuados con pocas herramientas y conocimientos para vivir la sexualidad de una
manera plena.
La situación que atraviesa los adolescentes en temas de sexualidad en nuestro país
pone al descubierto las contradicciones, paradojas, límites del campo de la
educación sexual escolariza. De acuerdo con la (MERCADO, 2018) OCED de los
34 miembros que la conforman, en nuestro país tiene el mayor número de embarazo
de mujeres adolescente de las cuales seis de cada 10 tiene tienen alrededor de 14
años; otro dato inquietante señala que la actividad sexual comienza a los 12 años
de edad.
Nuestro país mantiene una tendencia ascendente de embarazos en adolescentes
de acuerdo al Reporte del Fondo de Población de las Naciones Unidas. Claro está
que el fenómeno de embarazo en adolescentes es complejo, donde intervienen
unas diversas variables, como la familia, la religión la, la zona geográfica etc.,
empero, el desempeño de las instituciones juega un rol de suma importancia.
La secretaria de salud, el CONAPO y desde luego la SEP son las principales de
ejecutar programas para atender este tipo de fenómenos, por lo cual, vale la pena,
desde sus respectivos campos, realizar una reflexión sobre su postura, desarrollo y
trabajo en el área de la sexualidad.
La sexualidad humana, como construcción social, está sujeta a interpretaciones
sociales, incluso las instituciones funcionan bajo esta lógica, hecho que propicia la
producción de significados y enfoques. Sí observamos la historia de la
implementación de la educación en sexualidad en nuestro país nos daremos cuenta
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