contemplando la estatua maravillosa.
-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al
salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus
bonitas chaquetas blancas.
-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no
habéis visto uno nunca?
-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.
Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo
aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen
soñar.
Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.
Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella
se quedó atrás.
Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al
comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a
una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo,
que se detuvo para hablarle.
-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca
con rodeos.
Y el Junco le hizo un profundo saludo.
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