-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de
sus ángeles.
Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.
-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo
cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá
mis alabanzas.
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