CÓMO HEMOS CAMBIADO
Recuperaremos muchas cosas y otras serán desechadas. Para algunos será
todo igual y otros se darán cuenta, de repente, de que hay que mirar el mun-
do de manera diferente.
P
aseos cortos, más allá de los setos que nos aíslan de la intimi-
dad de nuestro hogar. Salimos a la calle mediante esa especie
de salvoconducto que supone ser dueños de una pequeña perra. La
cuarentena, entre la terraza y los merodeos por los alrededores de la
vivienda, amplían las fronteras de nuestra percepción.
Estoy más juguetona que nunca. Aislarte con tu hijo de once años te
hace volver de nuevo a la niñez. Estos días entre juegos y risas, se
desvelan secretos entre nosotros, confianza de un vínculo cada vez
más fuerte. Desde luego que esto que vivimos, será irrepetible.
Si observo con detenimiento, puedo percibir claramente esa sensa-
ción en los vecinos, en los niños que juegan entre balcones y en las
vecinas, que hablan sin prisas con dulces palabras.
Se agudiza el ingenio para disfrutar de los días cálidos y se reaviva el
esfuerzo y el interés por no aburrirse. Supongo que, a estas alturas,
tengo posibilidad de remontarme a la situación que vive mi abuela;
la pobre permanece aislada con 96 años y una cabeza ágil y viva.
¿Qué pensará ella de toda esta situación…?
Han vuelto, de repente, los tiempos de su juventud, cuando las cosas
importantes no se olvidaban y las personas se ayudaban. Estoy de-
seando volver a reunirme con ella y contarle todo esto.
Laura Diego
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