La relación entre la comprensión lectora y la comprensión matemática es evidente, lógicamente, si no comprendemos el problema que estamos leyendo, no lo resolveremos. Muchas veces ocurre que actuamos al revés: primero, buscamos en nuestro "saco de fórmulas", y luego, después de probar con varias fórmulas matemáticas y fracasar nos rendimos. Investigaciones recientes alertan sobre el peligro que supone el abuso de videojuegos de información visual para la capacidad del joven de imaginar cosas en movimiento.
Muchas veces el rechazo popular de las matemáticas radica en que no se le encuentra utilidad a aquello que se está estudiando; sobre todo, en los colegios, cuando se enfoca el estudio de las matemáticas hacia el aprobado en un examen, y no se le buscan aplicaciones prácticas a lo que se está estudiando. Si a un joven al que se le está explicando, por ejemplo, geometría, se le habla de la importancia de las curvas cónicas en la construcción de un puente, o en el diseño del faro de un coche, o en la construcción de un micrófono casero, etc., seguramente se despertará en él un gran interés por la geometría, y lo que es más importante, comenzará a experimentar.
Pasito a pasito
Frida Valeria Ruiz Ruvalcaba
El primero es partir de lo concreto y el contexto del niño. Por ejemplo, si se le enseñan cantidades de seis dígitos, que también haga relaciones. A los chicos les gusta saber el peso de los animales, distancias, astronomía. “Se les da una matemática paralela a la vida”, sugiere.
El segundo paso son ilustraciones. Se aconseja usar ejemplos de su entorno diario. El tercero es hablar en un lenguaje comprensible para el niño o niña. Y por último, usar el lenguaje matemático formal por las vías oral y escrita.