Mi primera publicacion | Page 9

ENTREVISTA

Como si hubiese pertenecido a un pelotón militar, Mauricio, se caracteriza por mantener una postura erguida, pasos largos y frente en alto. De aspecto serio, bien vestido y con un bolso terciado color negro; distintivo en él, llegó al salón de clase donde habíamos concretado la cita. Se acomodó en la silla y empezó a hablar.

Una vez empezó a correr el tiempo de grabación le dije:

- A partir de ahora, todo lo que hablemos quedará grabado don Mauricio.

- Mejor dicho, todo lo que diga puede ser usado en mi contra”, contestó riéndose a carcajadas, mientras golpeaba la mesa con sus manos reiteradas veces, como si se tratase de un tic nervioso.

Él sabía muy bien de qué estábamos hablando, o mejor, de qué íbamos hablar.

- Yo soy de Vélez, Santander. Vengo de una familia humilde y trabajadora. Mi madre era vendedora de verduras y mi padre era oficial de construcción.

- Cuénteme, ¿qué recuerda de la escuela? ¿Cómo era antes?

- Yo estudié la primaria cerca al barrio. Los docentes eran estrictos. En esa época usaban la reglita; la negra. Nos arrodillaban con los brazos arriba o nos mandaban a una esquina si éramos indisciplinados. En ese tiempo el docente formaba al alumno así y se permitían esas situaciones. El docente era visto como alguien superior, respetable.

- ¿Cómo era Mauricio a esa edad? ¿Qué hacía además de ir a estudiar?

- Yo era muy deportista y disciplinado. Estudiaba, pero era consciente que tenía que ayudar a mi mamá en el trabajo en la plaza de mercado. Me levantaba a las 5:00 de la

mañana cuando ella me necesitaba. Soy el mayor de tres hermanos y esa era mi labor.

- ¿A qué edad terminó la primaria?

- Yo terminé la primaria a los 16 años. Antes no recibían sino niños de 10 años en primero de primaria. Por eso terminé tarde. Eso y otras circunstancias.

- ¿Cómo recuerda su adolescencia?

- Empecé el bachillerato y me encaminé en el área deportiva. Fútbol, baloncesto, microfútbol, voleibol, tenis de mesa y además era gimnasta; uno de los primeros gimnastas del pueblo, gracias a un profesor del Valle que me ayudó. Aparte de eso, me gustaba ayudarle a mi papá. Me tocaba alcanzarle el ladrillo, llevarle el desayuno, lo que fuera. Mejor dicho, yo no disfruté la niñez así normal. Siempre había algo que hacer, siempre estaba ocupado porque éramos – o somos- una familia humilde.

- Demos un salto en el tiempo, ¿qué pasó después? ¿Cómo se va del pueblo?

- “Mis papás se separaron y en 1990 decidí irme para Bogotá con un padrino. Yo pausé el estudio. Lo dejé en octavo bachillerato. Quería empezar a trabajar. Quería un mejor futuro.

- ¿Cómo le fue? ¿Cuál fue su primer trabajo?

- Difícil… Mi primer trabajo fue en la casa de un tío. Era el ayudante de un señor que hacía divisiones de baño. Tenía muchos contratos. Ahí empieza la osadía.

- ¿Y qué pasó con el estudio?

- Lo que yo pretendía era llegar a Bogotá a trabajar y estudiar también. Pero era imposible. O uno trabajaba o uno estudiaba. Pero no las dos. tudiaba. Pero no las dos. Yo pensaba en mantenerme. No pude. Tuve muchos trabajos. Fui administrador de un asadero, auxiliar de ópticas…

Mauricio González Quintero, estudiante de sexto semestre de la facultad de Derecho, nos abre las puertas de su vida para contarnos por qué decidió iniciar su formación profesional después de los 40 años y cómo vive esta experiencia desde su perspectiva como auxiliar de necropsias médico científicas en el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, regional nororiente.

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