migo que son rompen los es-
tándares de la amistad. No es-
tamos juntos por lo que no me
puedes reclamar; pero tampo-
co puedes estar con nadie que
no sea yo. Necesito que seas
leal pero yo haré lo que yo
quiera y cuando tú te enojes
conmigo, te recordaré que no
estamos juntos. Si tú empiezas
a tener sentimientos hacia mí,
me volveré distante. Tú sabías
esto. Te lo dije. Te dije que no
estaba listo para una relación.”
En otras palabras, entre los
problemas de comunicación,
los mitos del amor romántico,
una educación emocional po-
bre y la facilidad de la tecno-
logía para evadir un conflicto
o simplemente desaparecer,
las citas se han vuelto una
realidad casi esquizofrenan-
te. Es decir, casi para volver
a una persona loca, obligán-
dola a cuestionarse su valor
ante los otros –sin importar
incluso sus logros personales,
profesionales o familiares– y
a veces hasta comprándose la
idea de que hay algo “malo”
en ella. Cuando en realidad, al
ser tanto actitudes como con-
ductas de la otra persona: no
tiene por qué estar vinculado
con nuestra manera de ser ni
nuestro autoconcepto.
Frente a este tipo de citas, es
importante mantener en la
mente que el conflicto se halla
en la incapacidad de comuni-
carse y comprometerse con la
intimidad emocional que im-
plica una pareja –y si pese a los
esfuerzos de una, la terminan
culpando de todas maneras,
es muy probable que ese vín-
culo no termine bien–. Poco
a poco, conforme se va apren-
diendo a establecer límites
tanto con este tipo de malos
tratos como con las personas
que lo fomentan, se podrán
establecer vínculos saludables
que impliquen un amor bo-
nito y seguro –de esos que no
duelen y ayudan a expandir-
se–. Es importante seguir en-
focándose en una misma, apa-
pacharse y concluir todos los
objetivos personales, lo demás
irá llegando en el momento
más adecuado para una: des-
pués de todo, de eso se trata el
compartir estas experiencias
con un compañero de vida.