Cómo aprender a tomar
seriamente (o no) al amor a
partir de hoy...
POR MARÍA JOSÉ CASTAÑEDA
El dating en la actualidad es intrigante e incluso caó-
tico. La mujer que se ha bajado aplicaciones de citas
o ha platicado durante horas con su crush para que,
de pronto y sin razón aparente, le deje de responder,
lo sabe. Es como si después de todas las señales de ser
el uno para el otro, la ilusión del amor se desvanecie-
ra con esa cita fallida; y al final, sólo quedase la eter-
na duda retumbando en la mente: “¿Qué tengo yo de
malo? ¿Por qué no le interesé lo suficiente?”
De hecho, a terapia llegan muchas pacientes con estas
preguntas rondando sobre su cabeza, asegurando que
el problema radica en ellas: en sus anchas caderas, su
intensidad emocional o en su ambición profesional.
Desde chicas cuyo crush las bloqueó porque le pre-
guntaron de manera directa si se verían realmente en
vez de poner cientos de pretextos, hasta mujeres que
las rechazaron por tener un puesto importante o estu-
diar un doctorado. Es más, en una ocasión él se mostró
muy interesado por ella durante varias semanas hasta
que se enteró que ella trabajaba como directora de una
empresa internacional, y entonces también empezó a
salir con una chica físicamente muy similar a ella que
tan sólo estudiaba la carrera universitaria. Ella simple-
mente no lo entendía: durante ese tiempo actuó como
pareja pero no quería las obligaciones de esa etiqueta;
y por tanto suponía que ella debió saberlo y aceptarlo
porque “así son las citas de ahora” – pero estaba segura
que no podría tener una relación así–.
Francamente, así se quitan las ganas de salir con al-
guien y volverlo a intentar.
Es verdad, las citas cambiaron desde hace tiempo: Nos
despedimos de los voicemails y de esas llamadas a casa
en donde obligatoriamente teníamos que pasar por los
padres o hermanos del crush, y ahora recibimos tan-
to mensajes de texto como de voz en la privacidad de
nuestros teléfonos celulares; los primeros encuentros,
que implicaban miradas furtivas y balbuceos torpes,
se convirtieron en palabras, emojis o gifs tecleados por
los dedos pulgares sobre una pantalla táctil; se le dio
un significado simbólico el pasar horas, días y semanas
textéandose, sexteando y mandándose fotos, e incluso
hasta el intercambiar likes en distintas redes sociales.
Y no sólo eso, también se viralizó descontextualizada-
mente el “aprender a soltar” o el “go with the flow”, lo
cual permitió justificar una serie de dobles mensajes
como: “Seamos amigos. Sólo amigos. No estoy listo
para una relación pero… Espero que hagas cosas con-