los elementos del baile: El primero es el movimiento, el cual está presente en todos los tipos de danzas, es la forma que permite la expresión y la comunicación de lo que se está contando con el cuerpo; el ritmo, es la consecución del movimiento de manera controlada, sea visual o sonora; el espacio, es el lugar donde se llevan a cabo los movimientos, este puede ser reducido (alrededor de la persona) o total (un lugar amplio donde se pueda desplazar el cuerpo); el tiempo, es la duración del movimiento con o sin sonido; el color, pueden ser las sensaciones generadas por la danza y lo que le da su particularidad y por último, el sonido, acompañada al movimiento para generarlo o para estimular (Academia Danza Marín, s.f).
La interrelación de estos elementos logra dar un sentido a lo que se está bailando y a los mensajes tanto emocionales como cognitivos que se pretenden transmitir, como indican Cervera Salinas y Rodríguez Muñoz (1999) citados en Megías (2009), “el acto y el arte de la danza no han de entenderse como meros procesos técnico-artísticos, como un simple virtuosismo corporal, sino que revelan categorías de lo perceptivo, lo sensitivo y lo intelectual”.
Ahora bien, el baile provee a las personas que lo practican una serie de beneficios que pasan por lo físico, lo cognitivo, lo emocional y lo espiritual. Entre los beneficios físicos se encuentran: la potencialización de la capacidad expresiva, y la destreza física, las cuales combinadas permiten generar en el espacio un sinfín de movimientos armónicos dentro de un tiempo musical que crea y ordena dichos movimientos, esto a su vez ayuda a desarrollar la habilidad cognitiva y el desarrollo motriz. Estas habilidades se refuerzan con las esferas corporales involucradas en los movimientos que se ejecutan durante el baile, esferas como la capacidad para generar movimientos, espacio cognitivo para realizar procesos mentales, la expresión afectiva, y el ámbito social. (Estévez Cordelia, 2017