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V olumen 55 (2018)
El consumo de alcohol debe ser evitado cuando se tiene que conducir, ma-
nejar maquinaría o realizar otras actividades que requieran concentración, refle-
jos o coordinación, así como por individuos con circunstancias particulares que
suponen un riesgo aumentado, como puede ser el caso de aquéllos con problemas
mentales, historial familiar de abuso o dependencia del alcohol, patologías de hí-
gado o páncreas, reducida actividad de la enzima alcohol deshidrogenasa (como
ocurre, por ejemplo, en determinados grupos étnicos, como nativos americanos,
aborígenes australianos o algunos asiáticos) o bajo tratamientos que pueden inte-
raccionar con el alcohol
CONCLUSIONES
Las evidencias acumuladas a lo largo de los últimos años sugieren que el
consumo ligero a moderado de alcohol puede tener un efecto protector sobre el
riesgo cardiovascular. Este efecto se ha asociado sobre todo al vino tinto y rela-
cionado con su contenido en compuestos fenólicos, que no están presentes (o lo
están en menor medida) en otras bebidas alcohólicas, así como por la asociación
del consumo de vino a unos hábitos dietéticos y estilo de vino más saludables.
Las evidencias disponibles derivan fundamentalmente de estudios epidemioló-
gicos y ensayos en sistemas modelo, pero son escasos e incompletos los datos
obtenidos directamente en humanos. Por otro lado, el alcohol es un tóxico, cuyo
consumo abusivo o irresponsable está bien establecido que tiene graves conse-
cuencias para la salud. Sus efectos en el organismo están, además, influidos por
la idiosincrasia individual y, en algunos casos, los riesgos están presentes para
cualquier nivel de consumo. Ello hace difícil, sino imposible, efectuar una va-
loración suficientemente fundamentada acerca de si existen niveles seguros de
consumo e impide también realizar recomendaciones generales que puedan ser
válidas para el conjunto de la población sobre efectos potencialmente saludables.
Las estimaciones realizadas por distintos autores y recogidas por agencias nacio-
nales o internacionales tienden a situar en 2-3 unidades de alcohol por día (<30
g alcohol/día) en varones y la mitad en mujeres la cantidad cuyo consumo no se
debería exceder. En el estado actual de los conocimientos no es posible ir más allá
en las recomendaciones. Ciertamente, es necesario ser muy cauto al respecto, ya
que cualquier mensaje sobre el posible papel protector del consumo moderado de
vino u otras bebidas alcohólicas podría ser malinterpretado o empleado con fines
espurios, y posiblemente acarrearía más daños que beneficios. Como indican Bo-
ban et al. (60) , es importante que toda la información científica y médica relativa
al efecto del consumo de vino sobre la salud esté basada en evidencias sólidas y
sea comunicada de manera competente, creíble y no interesada. Los riesgos nun-
ca deben minimizarse y deben ser siempre tenidos en cuenta en primer lugar. El
vino debe ser contemplado como un alimento fruitivo, cuyo consumo moderado