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Extrañamente, un individuo que estaba cerca de Sadat, no resultó siquiera con un
rasguño por la acción de las balas. Ese hombre fue Husni Sayyid Mubarak, quien asumió el
cargo el 14 de octubre de 1981 y lo hicieron soltarlo el 11 defebrero del 2011.
Cualquiera hubiese creído que las protestas multitudinarias hicieron que Mubarak
renunciara, tal y como se consignó a la prensa egipcia y mundial. Nó, no fue así. Bastó una
llamada desde el Ministerio de Defensa para que el dictador (que lo fue a lo largo de 30
años), dejara la silla del gobierno obedientemente. Hoy guarda prisión a cadena perpetua
por los delitos de crímenes de lesa humanidad que perpetraron él y sus hijos en contra de
los opositores al régimen y de otros ciudadanos inocentes. Simplemente Mubarak dejó de
obedecerle al ejército en su último año en el poder, se enfrentó a los militares y no supo
más engañar a los egipcios con su palabrería y propaganda que decía que todo andaba bien
en el país.
Hace pocas fechas, el nuevo presidente, Mohamed Mursi, también fue bajado del
poder por los soldados inconformes, quienes, además, han azuzado al pueblo para que se
levante en las calles y demuestren el mismo descontento de las fuerzas armadas. Por
supuesto que todo es parte de la manipulación a la que someten a los ciudadanos, quienes
creen a pies juntillas que el ejército es el garante y protector de la democracia y está con
ellos. Es cuando el comandante del mismo ejército, Hassan al-Roweny, les ha dicho a los
manifestantes reunidos en la Plaza Tahrir de El Cairo, que "todo lo que ustedes quieran se
cumplirá.” Una mentira, una falacia, del tamaño de las pirámides de Keops y Mikerinos,
que dominan las arenas del Sahara oriental.
Otro personaje ha asomado su cabeza en este panorama sombrío por el que atraviesa
el país. Se trata de Abdelfatá al Sisi, alto oficial de la Institución castrense, quien, entre
palabras más, palabras menos, ha asegurado que "nuestras fuerzas armadas no necesitan
permiso para llevar a cabo sus labores patrióticas para preservar la seguridad y hacer frente
a la violencia dentro del marco de la ley, sin recurrir a medidas arbitrarias.” Si derrocar a
uno tras otro del seno del gobierno, pasear por las calles y avenidas de El Cairo su poderío
bélico, evidente en tanques de guerra y otros blindados, no es arbitrario; entonces no
sabemos realmente qué es lo arbitrario y qué no lo es.
También Al Sisi ha explotado la idea de que el Estado y el país entero se encuentran
en peligro permanente por las acciones de terroristas y contrarrevolucionarios que quieren
solamente el caos para Egipto. Es cuando ha dicho: "(…) hemos iniciado una guerra contra
el terrorismo. (…) El llamamiento va en línea de la protección de la revolución y el
Estado.” ¿Cuál revolución? Preguntamos, si lo que ha habido en esta nación árabe ha sido
derrocamiento tras derrocamiento por parte de la oficialía que, seguramente, está probando
cuál de sus títeres sirve para los intereses y la manipulación de la soldadesca y cuáles nó.
Actualmente, la inconformidad se manifiesta en las posiciones de los Hermanos
Musulmanes, del partido salafista Al Nur y del Movimiento Juvenil 6 de Abril, grupos que
no han escatimado en nada para hacerle ver a los militares que no están de acuerdo con sus
acciones. Gehad el Haddad, portavoz de los Hermanos, escribió en su cuenta de la red
social Twitter, que las declaraciones que han partido desde el Ministerio de Defensa son un
"claro llamamiento a la guerra civil de un golpe de Estado militar sediento de sangre, que se
siente arrinconado sin salida y pese a que muchos líderes mundiales le apoyan.”