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Arabia Saudita; Líbano “ni pincha ni corta” y, por el contrario, recibe atentados terroristas
del Daesh cuando a estos yihadistas enloquecidos se les ocurre; Jordania en silencio, con el
perfil bajo, como si la cosa no fuera con ellos; Turquía, que debería atacar con todas sus
fuerzas a los terroristas en la vecina Siria, de dedica, contrariamente, a atacar a los valientes
kurdos que son los únicos que han derrotado al Daesh sobre el terreno; Egipto tiene otra
dictadura en Husein Jalil Al-Sisi, reñida con los derechos humanos que presuntamente los
estadounidenses tanto defienden. Y en el caso de Túnez, el primer país que comenzó con la
mal llamada “primavera árabe”, su democracia es tan frágil como su ejército, incapaz de
defenderse a sí mismo cuando se dé el caso. Entonces Mr. Obama, ante este desajuste
general en la región árabe, ¿Por qué insiste en crear el acabose en Siria, una nación que de
no ser por Bashar al-Assad, por su perseverancia y persistencia en el poder, ya hubiera
desaparecido en las garras del Daesh? Es desquiciado, falto de toda lógica, escucharle a
Barack Obama exigirle a Vladimir Putin que, para formar una coalición para acabar con el
Daesh, al-Assad tiene que irse del poder. ¿Y a quién pondría Obama en su lugar? ¿Está
Siria capacitada para efectuar elecciones democráticas y generales en medio de la
destrucción en la que se encuentra? ¿O es que Obama quiere dejar “al garete” a Siria, tal y
como lo hizo con Libia y que sea pasto de las llamas provocadas por el terrorismo del
Daesh? El pobre y juguetón negro que habita en la Casa Blanca no sabe ni qué es lo que
quiere. Ya no piensa, ya no razona, ya no atina a decir algo diferente; y la verdad es que
Rusia, Vladimir Putin y su Estado Mayor, no necesitan de los Estados Unidos para barrer a
los asesinos del Daesh y borrarlos de la geografía de la Tierra. Obama ya no le hace falta -
creo-, ni a su propia esposa y esa es la verdad que persiste y subsiste en su mediocre vida.
Los analistas internacionales en casi todas las naciones del mundo, en los programas
donde participan en paneles de discusiones y diálogos, así como en las páginas de los
periódicos del orbe, coinciden en señalar que Obama no quiere enviar tropas de infantería
ni sus blindados a Siria e Irak, no por defender y preservar las vidas de esos soldados y que
sus esposas, madres, hermanas e hijos no los lloren después cuando caigan en combate,
sino porque no quiere terminar su pésima administración presidencial como el mandatario
que no sostuvo su promesa de no enviar más contingentes a Oriente Próximo y que expuso
las existencias de los soldados norteamericanos ante el fuego yihadista. En palabras más
sencillas, Barack Obama trata de jugar, de manipular, a la opinión pública de su país; pero a
costas de su desprestigio, de su inacción, de su blandengue política internacional ante la que
no toma ninguna decisión por mínima que esta sea. Obama trata de pasar a la historia como
un excelente presidente de los Estados Unidos; pero esa ambición el mismo pueblo
estadounidense no la acepta, no la digiere, no la mastica, porque se ha dado cuenta
cabalmente de que la imagen y el poderío de su patria, se han perdido a lo largo de estas
dos administraciones del primer mandatario negro de la nación americana. A no dudar, sin
temor a equivocarme, el próximo gobierno será republicano y los demócratas van a ser
barridos en las urnas estrepitosamente, según le sucedió igual a Carter ante Ronald Reagan.
Y Barack Obama pasará a la historia no como lo que quiere ser, “un modelo de presidente”
que defendió las vidas de sus soldados; sino como un gran irresponsable, un inmaduro
impresionante, que, con su absurda decisión de no combatir al yihadismo, hizo crecer aún
más y con muchísima rapidez a las hordas de asesinos que componen al Daesh.