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Erase una Vez Un Pequeño-Gran Demagogo
Si alguien me pidiera explicar rápido y conciso qué significa la palabra “demagogia”, sin
titubear respondería que es una “mentira”. Y si me diera más oportunidad, agregaría a la
definición que es “una de las más grandes mentiras que se puede decir a muchísima gente
en una determinada ocasión, elegida calculadamente por el demagogo.” Es por ello que la
política está llena de demagogos que dicen esas mentiras que disfrazan de verdades. Si no
veamos los ejemplos de los hermanos Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y
otros que pululan por esta América permeada a lo largo de los siglos por las palabras de los
grandes y pequeños embusteros. Todos prometen el “paraíso terrenal aquí y ahora”, y para
muestra un botón… la misma Venezuela es el resultado de lo que ofreció un demagogo;
pero en el trasfondo de sus discursos la verdad se tradujo en hambre, opresión, agresión de
los grupos de choque del gobierno, dictadores criminales y un largo etcétera imposible de
concluir.
Desgraciadamente aparecen en casi todas las naciones del planeta ofreciendo,
engañando una vez y otra más, sin escrúpulos. Por lo general, el demagogo es una persona
oscura con una intención también oscura, a quien sobra bastante tiempo porque,
precisamente, no trabaja en nada más que en sus propios planes de conquista y reconquista
del poder. En Costa Rica hay uno con nombre y apellidos, quien ha subido al poder en dos
oportunidades y en ambas ha sido un derroche de egolatría (amor desmesurado por sí
mismo) y dilapidación del fisco nacional; es decir, en cada una de esas ocasiones que ha
sido presidente de la República ha dejado en cero al erario público al financiarse su propia
propaganda hedonista y narcisista y sus proyectos faraónicos que al final construyó a
medias o no los comenzó siquiera. Ese personaje se llama Oscar Arias Sánchez.
Recientemente, a raíz de la supuesta falta de líderes en su partido Liberación
Nacional, hoy en la oposición al gobierno, Arias organizó a un grupo de jóvenes, según su
estilo de hacer estas cosas, movilizó a la prensa y los muchachos fueron a su casa de
habitación para pedirle que se postule por tercera vez a la presidencia. La reacción en este
país pequeño territorialmente fue de enorme repercusión, a pesar de que la noticia es más
baladí que otra cosa. Carece totalmente de importancia por su propia esencia y por la fuente
desde donde ha partido; es decir, un pésimo político, un demagogo de grueso cuño y un ex
presidente cuyas acciones han quedado registradas en la historia de manera negativa y
destructiva. Aún tengo fresco en la memoria aquel episodio cuando Oscar Arias se acercó a
mí, cuando estaba en compañía de un periodista alemán, para mentir al decir que había un
grupo en la ONU que lo quería catapultar para que ocupara la Secretaría General de ese
organismo (nótese el ego del individuo). Mi amigo “mordió el anzuelo” y hasta la
televisión alemana trajo para que le hiciera un reportaje. Pero en el fondo y en la realidad,
no había nada de eso. Ni grupo en los corrillos de la ONU, ni interés por su candidatura…
nada, la inmensa nada de la que parten y fundamentan las mentiras los demagogos. Hoy,
ante la fanfarria que se ha montado el mismo Oscar Arias con los jóvenes “rogándole” para
que se postule a la presidencia, ha salido a la luz pública que más del 75 por ciento de los
ciudadanos deploran y rechazan una nueva candidatura de este pequeño-gran demagogo, a
quien hemos probado y comprobado en su pésimo administrar del poder. ¡Lástima, porque
la política es todo un arte! Pero los demagogos con sus mentiras, la convierten también en
otra mentira.