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Se les nota drogados, con sonrisas que no son sanas o normales, producto de las
drogas que han consumido a diario.
Según hemos visto, los ejércitos de Siria e Irak, en el contraataque han ido
venciendo al Daesh con relativa facilidad, arrebatándoles y liberando ciudad tras ciudad,
pueblo tras pueblo, tomando prisioneros y observando las atrocidades que van dejando
mientras huyen. Los túneles, la quema de petróleo, la destrucción de los pozos del crudo,
los autos-bomba manejados por suicidas y los francotiradores, son las únicas “tácticas” de
los terroristas del ISIS. Mientras Rusia, el ejército iraní, los Pershmerga kurdos, los Aliados
occidentales y el renovado ejército iraquí, se manejan en el campo de batalla acordes con
las tácticas militares tradicionales o convencionales.
Evidentemente el Daesh está moribundo. Está dando sus últimos coletazos en
Mosul, la ciudad que creían intocable por parte del enemigo; perdieron Dabiq, la urbe del
“Apocalipsis” que tanto pregonaron los terroristas; así mismo la histórica Palmira les fue
arrebatada y pueblo tras pueblo, fácilmente, como quien le arrebata objetos que sostienen
los drogadictos en sus manos.
¿Qué sucederá cuándo el Estado Islámico quede reducido a una banda ridículamente
pequeña, según vamos observando en estos acontecimientos? Morirá. Ya no tendrá la
misma fuerza ni la misma voluntad ni intenciones. Y será peor para ellos cuando caiga
muerto o preso su líder Abú Bakr al Baghdadi. Duraron poco esos asesinos drogados, sus
líderes y organizadores fueron cayendo fulminados por los bombardeos, poco a poco y uno
detrás del otro. Y su debilidad comenzó en el momento cuando la aviación rusa les destruyó
los camiones cisterna que traficaban con petróleo vendiéndolo a la traidora Turquía. De
igual modo, la diplomacia y el Alto Mando ruso alertó a Occidente sobre el juego traidor de
los turcos y solamente así, se logró frenar el comercio y los millones de dólares que los
terroristas ganaban con el trasiego del crudo.
Desgraciadamente, el precio que tuvieron que pagar naciones como Francia y los
mismos Estados Unidos, fue muy alto con los atentados terroristas; de otra manera, no se
hubieran involucrado en el conflicto en Oriente Próximo, tal y como lo han hecho.
La suerte está echada para el Daesh. Sus cobardes miembros huyen y los que no
corren atemorizados, asesinan a los que ellos consideran traidores; es decir, se están
aniquilando entre ellos mismos. Los combatientes internacionales, los jovencitos
desorientados que viajaron desde América y Europa para unirse a los batallones de estos
terroristas, han ido regresando desengañados a sus respectivos países, más aún cuando se
dieron cuenta de que eran utilizados por el Estado Islámico, únicamente para manejar los
camiones-bomba en los actos suicidas. Al regresar, han tenido que enfrentar a la justicia de
sus países de origen por cargos tan serios como traición a la Patria, genocidio, terrorismo y
crímenes contra la paz.
ISIS encendió a Oriente Próximo. Ello ha sido evidente, muy evidente. Pero ese
fuego destructor de vidas humanas inocentes, está siendo sofocado dichosamente. Con la
caída de Mosul, la historia toma un giro distinto. Después de su total liberación habrá que ir
detrás de los cabecillas, entregarlos a las autoridades iraquíes y sirias para ser ahorcados sin
contemplaciones. Una vez extirpada la serpiente, volverá la quietud que todos anhelamos
para estos pueblos y para el mundo entero.